jueves, 26 de noviembre de 2015

CANTO PORQUE ES MI ENCANTO


CANTO PORQUE ES MI ENCANTO

       ¡Desde muchacho me siento temblar,
       en la piel de las emociones!

***
Soy un poeta, cantor y amoroso, de eso es cierto,
no lo niego, pero no hago poesía amatoria seguida.
Aunque a veces, ya lo creo, son de las preferidas mías.
Pero yo le canto a todo, y a todos yo le canto.
¡Ejem! Me inspira el aire, cuando él, o yo lo acaricio.

Al viento, cuando me da pechadas y a la brizna,
al acariciarme tierna como un soplo fino de aura.
–Aura, brizna y viento; aire: como soplos de vida
del creador y hacedor de las ideas bellas, divinas.

Que en escala de trinos, el trinado suavecito,
me hace vibrar con gorjeos; y que de murmullos
la lejanía está hecha, y escucho sus inflexiones,
en los cantos de mi encanto. Y yo mi corazón agiganto.

Y lo levanto, a mi manera: proclamando: “Yo soy poesía,
fui creado por el amor”. Y legendario militante soy
de la misma,
porque todo lo que existe: es y está.
Florece.

Y como dijo el poeta Icaza Munguía:
“Proclamala, porque es vivencia vital de nuestra vida…”
y, “…es prístino pensamiento del alma que Dios nos regaló”.

A mí me encanta jugar con letras
y jugar con las grafías de “vez en cuando”
y de las palabras o vocablos, jugar de “cuando en vez”.

Y recrearme con figuras, al estilo de los tropos:
Me encanta la metonimia, la anáfora y el ornatus.
también la metáfora, y la sinonimia.

En fin, me gusta todo, jugar con todo; ese es mi modo.
Desde los epítetos al elipsis, del hipérbaton a la anadiplosis.
Las palabras las pongo en juego, en el juego: las palabras.

Y habría más. Más adelante lo verás.
Pero por hoy, basta con esto.
Mañana quizá otros versos abrirás.

Edmundo Icaza Mendoza
3:26 Lun. 23-11-15
Colonia 4 de Mayo. Zaragoza.
León, Nicaragua.




domingo, 1 de noviembre de 2015

HOMENAJE DE ADMIRACIÓN PARA JACINTO BACA JEREZ



León, 11 de Noviembre de 2011

¡Mi respeto y admiración a los antiguos
y  fieles compañeros de siempre,
de aquellas antiguas y pretéritas células
del Héroe Jacinto Baca Jerez!

(Caída Heroica
 9 de noviembre de 1969).

¡Fieles a tu Memoria!

        Es el título que le he dado a este escrito. Y, en esta mañana fresca de domingo, con sinceridad vengo ante ustedes, para decir estas palabras que nacen emocionadas ─en el recorrer de un santiamén─, y en una acumulación de ideas que aún anidan en el templo, de un tiempo, recuerdos imperecederos, que hoy quieren quedar plasmados en página indelebles, del amor sacrosanto a la Patria y a un Pueblo, cualidad inquebrantable de las ideas prístinas de Jacinto Baca Jerez, y que, en este encuentro, se trasmiten e introducirse quieren en sus mentes, para que resplandezca jovial y optimista, sencillo y franco, la figura de Jacinto, en esta mañana y en el seno de esta arboleda y en este trozo de armonía natural, que en unión de emociones, afectos y recuerdos, irradian en este paraje de su antiguo compañero Reynaldo Puerto, y en donde nos reunimos aquellos compañeros de Corinto, Chinandega, León y Managua, los que  que tuvimos la oportunidad de trabajar con él. Y, también, están presentes... ─¿no sienten ustedes fuertes vibraciones?─ Es el espíritu de aquellos que no están físicamente con nosotros, pero que se muestran en las vibraciones del viento, que se abren en contantes hondas afectivas, para decirle a Jacinto, ¡Qué en tus 42 años de haber vivido y partido con ejemplar valentía, estás, ¡Presente en  nuestro corazones!

         ¡Y aquí presente estamos, Jacinto!

         Pues bien compañeros. Un abrazo fraterno a todos y a todas. Hoy, me siento emocionado por cierto, y recuerdo, aquel 9 de noviembre de 1992 en el «Mausoleo de los Héroes y Mártires», frente a nuestra Insigne Basílica Catedral de León, que un grupo de compañeros y compañeras, para ese fecha,  nos reunimos también, para rendirle un sempiterno Homenaje a Jacinto Baca Jerez ─en su XXIII aniversario de su caída─ y ante sus restos mortales expresamos nuestra fidelidad a los principio e ideales de este precursor de la lucha revolucionaria.

         ¡Uno de tantos... me podrían decir! Bueno, sí, igual que Silvio Mayorga Delgado, Jorge Navarro, Modesto Duarte, Francisco Buitrago, Mauricio Córdoba e indiscutiblemente Carlos Fonseca Amador y tantos y tantos otros... Y decíamos, en esa ocasión, textualmente que: “era un 9 de noviembre de 1969, cuando los noticieros locales con el “flash” característico de las notas noticiosas de última hora, daban la fatal noticia de la muerte en combate de la ya “leyenda”, Jacinto Baca Jerez.

         Y la alarma sonó en los hogares leoneses: "¡Última Hora! ¡Última Hora!, cae en combate en la Estación de Rota, Comarca de Malpaisillo, el Jefe la FARN (Fuerzas Armadas Revolucionaria de Nicaragua), Jacinto Baca Jerez, peleando contra elementos de la GN. Su cadáver fue traslado al Comando Departamental de León..." Y seguía el “pirippí” interminable y escalofriante: “...se conoce por fuentes extraoficiales que hay un guardia muerto, otro herido y que su compañero de lucha, está siendo perseguido con todos los recursos. Numerosas patrullas peinan la zona, avionetas a “ras” de la Cordillera de los Maribios, buscan como detectar su paradero. A esta cacería se han dispuestos: para-militares, jueces de mesta y se dedican como “jauría” a rastrearlo en los algodonales, en las fincas aledañas, pero se ha hecho imposible capturarlo... La orden es hallarlo a como de lugar y acabarlo inmediatamente...”.

       Y seguía aquella noticia que hasta los pelos se le paraba a uno.: “...parece que el perseguido ha roto el cerco, la guardia está encolerizada...Y se empezó a tejer una a una, las muchas conjeturas sobre esa Hazaña, calificada así por periodistas de esta ciudad de León.
       
         Mientras tanto, la juventud leonesa se puso en alerta. Inmediatamente se afinaron los mecanismos de seguridad. Porque aquí se daba una particularidad, una especie de “simbiosis”. Los miembros del FSLN interactuaban con los de Jacinto (la FARS). Recuerdo, por ejemplo, que yo alquilé varias casas y en ellas llegaban y se resguardaban, tanto miembros de uno y de otro. Y antes de irse Silvio Mayorga a la montaña, (porque era él, el que me daba para alquilar casas), en la de las "gavetas", allí pernoctaron varios hermanos. Traigo a mi mente a uno que le decían el "abuelo" y a otro que me parecía que era Regis Mairena, pero no sé.  Era una pieza, que me alquiló doña Adriana Zavala (luego pasó a ser colaboradora), ubicada de las gavetas, 30 vrs. al Norte, mano izquierda y que ella, a la vez, alquilaba a los Caballeros. Allí estaba el plantógrafo donde se imprimía “La Chispa” de Jacinto y de “El Chele” Espinoza; pero la máquina de escribir “pencona” por cierto para picar esténcil, era del FSLN y creo que la había llevado Luis Álvarez. Eran los tiempos en que comíamos del mismo “bollo de pan”, un pedazo cada uno. Compartíamos un pedazo de pan, todos. ¡Ahora... qué va!

         Aquel día, o más bien, aquella tarde del 9 de noviembre, yo iba caminando un poco más adelante de los Billares Lezama, en la Avenida 23 de Julio, buscando hacia la Universidad, iba con Bayardo Salinas, cuando nos alcanza “Cristo de Lata” el flaco Taleno, ─Cuidado, ese maje es oreja, me advierte Bayardo. Con la voz fuerte, me dice: ─Oíme, poeta. Mataron a Jacinto y lo están pateando esos hijos de puta, en el comando; hagamos un mitin con los del Mariano Fiallos. ─Ahorita no puedo voy a hacer un mandado de parte de mi trabajo, le contesté. Y Bayardo me hizo un guiño y nos fuimos rápidamente. La verdad es que íbamos al Centro Universitario, para ver si organizábamos un mitin o una manifestación, resolviéndose por ésta última, pero se inició un patrullaje de la GN sorpresivo, que nos impidió realizarlo y sólo se produjeron focos estudiantiles frente al Colegio Nocturno “Mariano Fiallos Gil”.

Y allí se declamó... Y esto es lo que recuerdo:

Por esos muertos, nuestros muertos, pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte, pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía, pido castigo.
Para los que defendieron este crimen, pido castigo.
No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre.
Pido castigo (de Pablo Neruda).

          En verdad, el cadáver de Jacinto, había sido zaherido y flagelado por sus sicarios; y eso corrió de boca en boca, y en nuestros corazones, se clavaba el dolor, la angustia y la ira. En muchos de nosotros se sembró la idea de responder con violencia, fíjense bien, en 1969, ¿con 22’ ó 38’? Ya había agallas… y muchas. De sobras. Desde El Chaparral, Bocay, Bocaycito, Rahaití, había disposición de entregarnos por entero al Altar Mayor de la Patria.

            Pero, se mantuvo la serenidad. La unidad de pensamiento y de acción para garantizar las estructuras organizativas, que se habían logrado crear en occidente, se mantuvo.

         Jacinto Baca Jerez, en su infatigable trabajo de organizador, fue sorprendido. Él tenía que movilizarse como jefe al lado de sus compañeros necesariamente, para ir organizando los cuadros en el sostenimiento de la lucha. Eran momentos difíciles aquellos. Nadie daba un peso por un revolucionario. Pero Jacinto estaba presente, aunque eso significara el riesgo de su propia vida.

         Todo se erizó de guardias y orejas. ¡Qué repugnancia siempre me causaron los “orejas”! Y aquel día, fue otro día de acontecimientos en todo el país, los que sucedían entre recuperaciones económicas, huelgas, reivindicaciones sociales, protestas, manifestaciones, etc.

         Y, el 9 de noviembre, Jacinto respondió, Y empezaron a responder, los JACINTOS, con una 45’. Ya antes, habían sonado los tiros. Pero ahora íbamos por ideas más definidas, más organizados, por algo pensado, creado y con visión de futuro.

         Jacinto dijo: “Yo, jamás me rendiré. Mi sangre, donde sea y cuando sea, caerá en tierra fértil y será abono para que crezca en el mañana el estandarte nuevo y se multiplique el amor y se encienda la razón y como antorcha, brille para todos La Justicia y la Libertad".

      Jacinto, trascendió en sus principios. Y muchos se atrincheraron y supieron cumplir: Julio Buitrago, Leonel Rugama, Mauricio Hernández Baldizón, Róger Núñez Dávila. Y uno de mis poetas preferido, Fernando Gordillo Cervantes.

Y escribí esto, por aquellos tiempos, y ampliado para otros y diferentes tiempos:

Por eso, hoy te digo a vos,
Jacinto,
y a René Carrión,
”Hermanos de sueños puros”
y de vivencia trascendida
de ese ideal cristalino
y cristalizado en la toma  de una 45’.

Y abro mi pecho
como rosa a la mañana
para que reviente el día,
de ese día, tan ansiado...

Y me he vuelto a embriagar
de alegría,
y de la exquisitez de la vida,
"de ese dar a otros sin egoísmo,
sin remordimiento,
para salvarnos de tantas olas encrespadas".

A este grupo
"que a tu memoria fiel",
mantiene límpido
el recuerdo aquel...
o aquellos, del pensamiento libre
y liberador
bandera de amor
que unidas en pasión de pueblo siempre serás luz que guíe y no muera.

Y, hoy, entre el frescor del recuerdo
y el perfume de la flor del tiempo,
aún, vivos...
Y tú, siempre, estarás en la bondad del mundo,
con tu ejemplar humildad y valentía.
aun cuando hayamos partido,
¡Tu bandera será levantada.
Y, se proclamarán tus ideas:
¡Porque siempre seremos, fieles a tus principios!

Edmundo Icaza Mendoza.
Radio Venceremos 9/11/92
Y
Col. 4 de Mayo
del 11/11/11
Bo. Zaragoza, León Nicaragua.

Leído en una especie de "finquita" de Reynaldo Puerto,
con la asistencia de numerosas delegaciones.

Estuvo presente el hijo de Jacinto, sus hermanos: Fredy y Mercedes

Baca Jerez y otros familiares.

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¡TRAS LA HUELLA… UNA ÉPOCA DE EFERVESCENCIA JUVENIL!

Un estremecimiento de corazón

   Me refería un amigo mío de nombre Ángel Eligio Mendoza Parajón, que estuvo  presente en el Parque Central “Máximo Jerez” de esta ciudad de León, la tarde aciaga, fecha de la terrible masacre estudiantil de  1959. Que lo que aconteció: “fue algo inesperado, impactante, terrible”.

   “Una tarde, esa tarde del jueves 23 de julio de 1959 en que fue sacudida la ciudad de León: ¡mi corazón de muchacho sufrió un vuelco, que junto a esa sacudida, me estremeció por completo. ¡Yo que alegre paseaba buscando el carnaval de los estudiantes, “El Carnaval de los Pelones”!, esas fiestas que eran risibles, graciosas, de mucho colorido y que toda la ciudad se alborotaba con la llegada de los estudiantes que venían de todas partes del país. Y le metían bulla a la apacible ciudad de León. ¡Llegaron los Pelones! Y todo mundo buscaba los “Manifiestos de los Reyes Feos” que hacían morir de risa a grandes y chicos.

   Pero esa tarde, todo iba a cambiar. De la alegría carnavalesca el desfile cambió y se convirtió en una corriente indetenible de un mar estudiantil. Ya antes, se había desarrollado un desfile de profundo luto por los muertos en “El Chaparral” y el oficio de una misa a la que los guardias impidieron que se asistiera a la Iglesia El Calvario.

   Y ese día o esa tarde, los estudiantes con energía, alzaban sus voces y las voces juveniles que sonaban a una sola, eran las voces de protesta que hacían retumbar las paredes y las calles, por donde pasaban los muchachos que recorrieron algunas calles de León.  ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

   Los estudiantes denunciaban y protestaban por la masacre de “El Chaparral (24 de junio 1959)”. Denunciaban la vil masacre que entre la guardia de Honduras y Nicaragua, con el apoyo de la Misión Militar Norteamericana, habían perpetrado criminalmente contra la vida de varios jóvenes estudiantes. Jóvenes de alta moral y entrega patriótica, como: Manuel Baldizón, Marcelo Fernández, Antonio Barboza y Enrique Morales Palacios. Y que además... había resultado herido el estudiante de la Facultad de Derecho, Carlos Fonseca. La marcha también exigía la libertad de varios estudiantes capturados, y proclamaban la consolidación de la Autonomía Universitaria (obtenida el 27 de marzo de 1958). ¡Libertad! ¡Justicia! ¡Libertad! ¡Justicia!
   Esos corazones juveniles que habían cargado en sus hombros, la responsabilidad histórica de luchar contra la dinastía somocista y que habían caído, eran el centro del corazón de una liberación que irradiaba como faro de luz, cuyo albor esparcía y envolvía los corazones de la juventud nicaragüense.

   La tarde se volvió tensa, tirante, pesada. La guardia cuyo comando estaba enfrente a lo que fue el Teatro González, o sea de la antigua Casa Prío (de Dn. Agustín Prío Largaespada), 1 c. al Sur, (hoy sede de los Combatientes Históricos), estaba silencioso pero había movimiento en su interior, y se notaba ese movimiento en los balcones del segundo piso, aunque ya un pelotón andaba en la calle al mando de Tacho Ortiz.

 Los choferes de la parada de la plaza y otros que se ponían cerca donde Prío, y la gente que se había acercado, junto conmigo, estábamos expectantes. Recuerdo a don Arturo Pozo, Francisco Gutiérrez, un señor de nombre Alfredito Quintero, y otro de nombre Napoleón Jerez; recuerdo a Carlos y su Hermano Uriel Zambrana, a don Gerardo Dimas

   De pronto todo era movimiento, un grupo de universitarios se dirigió hacia el comando G.N. Un estudiante salía en libertad, todos regresaron hacia donde estaba el grueso de la manifestación, que habían llegado de la parte suroeste del Parque la Merced, buscando el Club Social. Se manifestaban los muchachos asiendo fuertemente las banderas de Nicaragua y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Entre los marchistas venía estudiantes conocidos. Los estudiantes se detienen en la propia esquina de la Librería Recalde y del club. Gritan consignas, hay discursos… uno de los estudiantes habla en uno de los salientes del edificio del club, (después me di cuenta que fue el poeta Fernando Gordillo y que además, me dijo el “Tigrillo Madriz”, que se había envuelto en la bandera de la universidad, y otro que habló, fue el Br. Joaquín Solís Piura, presidente del Centro Universitario; y una voz vibrante, Humberto Obregón…); y de la guardia, que estaba apostada en la esquina de Prío y el Parque Central, unos se tienden en el piso, otros con una rodilla en el pavimento y otros de pie. Algunos muchachos se sientan en el pavimento… Y cuando la guardia maniobra los macabros “garand” todos nos asustamos, el ruido fue horrible, y un viejo blanco, medio-gordo, daba la orden de apuntar (era Tacho Ortiz) y de repente dan la orden de lanzar las bombas… Y. truena una balacera ensordecedora. Era un horrendo ruido, lúgubre, pavoroso. Y de sus cañones salían lluvias de balas en busca de corazones juveniles; era lluvia de plomo y muerte, una lluvia… ¡la que parecía como eterna!

   Todos los que estábamos en el parque corrimos hacia la estatua de Máximo Jerez buscando la plaza, pero detrás de nosotros nos seguía el ruido de la balacera, los gritos, los ¡ayes! Y otros gritos que salían de no sé de donde: ¡Asesinos! ¡Asesinos! Y llantos… y carreras…

   Después de una pausa, como queriéndose trasladar al pasado, me dice ─ ¿No has leído el trabajo titulado “Masacre Estudiantil”?, su autor fue el recordado periodista Rolando Avendaña Sandino (RAS), en el que escribe: “La escena resulta difícil de narrar, fue un cuadro macabro en que centenares de personas se aglomeraban por un instinto de conservación en refugios improvisados tratando de salvarse de la lluvia de balas portadoras de la muerte”.

   ─ ¿Y del poeta Fernando Gordillo Cervantes?, ─ que dice en su testimonio “La Tarde del 23”, que: “…apareció un muchacho con la bandera de la Universidad. Se la quité, sin percatarme, como sonámbulo, empecé a caminar con ella hacia el pelotón de soldados; no sé que causa me movería a hacerlo, pero en ese momento Ernesto Castillo, se me acercó gritando y me detuvo.”                                                                                                                                                  
   Luego que la humazón se disipó y los guardias se retiraron… se empezó a despertar de lo aturdido del momento… se escuchó el aullido de las sirenas de las ambulancias. Jóvenes tendidos en el pavimento, en las aceras, en los marcos de la puerta. Unos muertos… otros heridos… Sangre, masa encefálica untada en las paredes de la clínica del Dr. Espinoza y en las cunetas corría el líquido rojo de los muchachos caídos. Aquello era terrible. Había un solo desconcierto. Los estudiantes que no resultaron heridos auxiliaban a sus compañeros, los montaban en carros, camionetas, taxis y los trasladan al Hospital San Vicente, que estaba atestado de tantos heridos, muertos y de gente que corría como loca. ¡Y los gritos y el llanto! ¡Todo aquello era estremecedor en el hospital! Me contaba el “Tigrillo Madriz… el Br. Oswaldo Madriz”, apuntaba Ángel Eligio.

   ¡Habían caídos masacrados: Sergio Saldaña, José Rubí, Erick Ramírez y Mauricio Martínez! Y más de un centenar de jóvenes gravemente heridos. Entre ellos: Gonzalo Alvarado Acetuno, Faustina Palma, Juan Quiroz, Luis Rivas, Luis Felipe Pérez, Bayardo Salmerón, uno de apellido Quant, César Blandino, Pedro Calderón, Alejandro Meza… y tantos y tantos otros… concluyó Ángel Eligio Mendoza Parajón, algo así como ausente, como queriendo atrapara los recuerdos con su doliente semblante.


   Con este hecho sangriento que conmocionó a la ciudadanía leonesa y que impactó a toda Nicaragua, la juventud leonesa ya no fue la misma. La huella dejada por esa criminal masacre, prácticamente selló el espíritu de rebeldía que habría de revelarse en la muchachada de la generación de ese entonces.

   En cada casa y en cada hogar se sentía el dolor y explotaba la ira. La condena contra la guardia era aireada y unánime. Todos condenaban tan brutal crimen. Las noticias se propalaban ─el 16 de febrero había aparecido Nicaragua Adentro con su piripipííííí─ y en todos los noticieros radiales era la noticia titular, y ésta, se comentaba y se discutía en todos los sectores y entre todas las edades: ¡Qué tales métodos utilizados por los Somoza y sus sicarios, eran completamente irracionales y estaban enlutando a todo el país.

La juventud era la única

   También se hablaba, para aquellos días sobre la lucha y protestas que se desarrollaban por parte de los estudiantes universitarios y de secundaria en distintas ciudades del país. De que los levantamientos armados en las montañas eran únicamente de la juventud, de esto se hacía mucho énfasis, y además, que la juventud nicaragüense era la que se estaba inmolando, ya que todo el peso estaba recayendo sobre sus hombros en su martirologio sin fin. ¿Y de los políticos?, de éstos se decía que sólo vivían en conciliábulos y prebendas, que no les interesaba en organizar ni movilizar al pueblo en sus justas reivindicaciones populares, porque pensaban que el auge de la lucha podía salirse de su control y tomar otros causes que no fueran los de sus intereses oligárquicos.

   Y la verdad era que la única en enarbolar la bandera de la libertad, no había otra que la heroica juventud nicaragüense, aun a costa de su propia vida. Y era esta juventud heroica la que se estaba enfrentando contra una de las más oprobiosas dictaduras criminales de toda América Latina.

   Todo esto iba calando en el pensamiento y corazón de los jóvenes e incluso entre los más niños; y se discutía acaloradamente sin tener aún ni recursos ni conocimientos de las cosas, pero se discutía sobre lo que se oía y así, todo mundo se empujaba a la “discutidera”.

   Del sector de la Capilla San Juan de Dios, o de El Laborío, recuerdo que nos reuníamos en la plazoleta de la capilla y allí armábamos el “alboroto”, unos a favor y otros en contra, pero discutíamos. Recuerdo a José Saravia (Ché-Ché), Marcos Midence (Guayaba), Edwin Reyes Vanegas (el piloto), Mario Zamora, Gustavo Sáenz (Picucho), Mario Mendoza Medina (mi primo), el más cumiche Benjamín Lau, Roberto Valladares (Robertín), a veces se acercaban Fulvio Palma y Armando Reyes (Mikimí), pero todos le entrabamos al molote. A veces nos pasábamos a las hermosas esquinas de Alicia Berríos Delgadillo; otras, a la esquina del maestro músico Abraham Vanegas (hoy esquina del parque infantil) o a la esquina de las Valladares (las pulgas). O invadíamos la pieza de estudiantes, que le llamaban el “Paredón: Se Ejecutan Cotorras”, donde platicábamos con René Meléndez, Roberto Aguilar, Marcos Jacobo Frech, y uno de apellido Gallo.

  Para esos tiempos se hablaba y se discutía sobre los sucesos que venían aconteciendo. Oíamos a los adultos discutir, muchos de ellos se peleaban, unos a favor y otros en contra, sobre esos temas. Los Radio periódicos difundían noticias todos los días y aparecían en los periódicos de León y Managua. Ya a nosotros los “chavalos” nos interesaban escuchar y leerlas. También entraban revistas como “Bohemia”, algunos de nosotros hasta la coleccionábamos porque allí aparecían fotos y temas políticos. Yo vivía donde Mariíta Berrios Mayorga, Ciro Orozco me había llevado a su casa y gentilmente Dña. Lucía Berríos Mayorga, su mamá, me había aceptado. Ciro tenía un radio portátil “Admiral” y ponía las noticias y las preferidas eran las noticias políticas. Antes yo había vivido donde “Papa Van”, don Eduardo Rodríguez, casa ubicada entre don Abraham Vanegas (maestro músico) y Angelita Berríos Mayorga (maestra), siempre sector de la capilla hacia el Sur. También allí, había estudiantes, recuerdo a Bayardo Plazaola y Marcio Somoza Rodríguez; y en las discutieras de los mayores, yo ponía mucho cuidado y a veces no me gustaba lo que decían.

   Entre otras cosas se decía lo siguiente:

         *Que los estudiantes universitarios no dejaron entrar a la Universidad a un   “yanqui” que le habían dado un doctorado. Se produjeron altercados,         revuelos y alborotos en la Universidad. El yanqui no vino porque se         meó   de pánico.

*Que se realizaban manifestaciones de los estudiantes universitarios y que      también participaban los del INO “Máximo Jerez” (antiguo INO), a la        cabeza los dirigentes del CUUN, y como que hasta “chavalos”… Éstas se   realizaron en julio de 1958, en contra de Milton Eisenhower, hermano del presidente de los E.U., al que le habían otorgado el título de Doctor   Honoris Causa.

*Que los estudiantes han protestado contra Luis Somoza, por todos lados y en todo el país por las viles torturas a que estaban siendo sometidos los       prisioneros políticos y que se sospecha que los matarán. Lo que en      realidad sucedió.

         *Que las manifestaciones fueron intensas y que además ya estaban        participando los de secundaria. Y que todo el mes de octubre de 1958,          fueron de manifestaciones y protestas.

         *Que Fidel Castro Ruz estaba en La Sierra Maestra, que los “barbudos”         pidieron ayuda a los yanquis y que éstos se negaron. Mejor, porque así los         rusos se la pueden dar. “Y es que los yanquis se la quieren dar de la      mamacita de Tarzán…” (año de 1959).

*Que al Dr. Fabián Ruiz lo habían capturado; en las cárceles le     habían hecho barbaridades y le habían dejado la cara como Jesucristo.     Que se había fugado, lanzándose de lo alto de la “Loma” hacia la laguna de Tiscapa,  donde lo         tenían preso, y que por eso le decían Superman.

         *Que se habían asilado en la Embajada de Argentina: Jaime Gabuardi y          Fernando J. Núñez (este último vecino de la Iglesia de San Francisco de 
         León)en el mes de agosto 1959.

         *Que al joven Ajax Delgado de la Juventud Patriótica, lo viven torturando
         terriblemente y que lo quieren matar (lo que también ocurrió).

   En fin, las noticias volaban, y todo era un solo alboroto. Unos a favor, otros en contra. Unos tratando de convencer a los reacios, y la minoría “sentados en sus treinta”.

   Y los que estábamos a favor de la lucha contra Somoza y simpatizábamos con La Sierra Maestra, con el Dr. Fidel Alejandro Castro Ruz, el Dr. Ernesto “Che” Guevara de la Serna, Camilo Cienfuegos Gorriarán y Raúl Modesto Castro Ruz ─como les decía Furilu, el gran narrador deportivo, Pablo René Miranda Núñez─. Cantábamos, Sierra Maestra: ─”Adelante, cubano/que Cuba premiaría nuestro heroísmo/Pues somos soldados,/que vamos a la Patria liberar/…” Esta canción la canta Daniel Santos (el anacobero) y que se oía en todas las emisora, luego que Fidel declara la Revolución Cubana de carácter Socialista, el disco desapareció de las radios…

   Otra canción que se oía era la de “Venezuela mía” de Tito Cortés. Y haciendo un paréntesis, a mí me ha gustado hacer poemas y en 1956 siendo un “chatelito” o “cipotillo” hice uno a Rigoberto López Pérez, después de los sucesos del 21 de septiembre, que con el tiempo lo fui arreglando pero manteniendo su originalidad. Por este poema que lo leía en voz alta, me vivían regañando: “chavalo jodido te van a verguear”. La acción del poeta Rigoberto, había estremecido a todos, y a mí me llegó una de esas ráfagas iluminadas y de resplandecientes fulguraciones. Dicen que “de tal palo tal astilla”. Mi padre fue y seguirá siendo un reconocido poeta que en vida recibió el Título de “Hijo Dilecto de la Ciudad de León, otorgado por la Alcaldía de León en Mayo de 1981 por Luis Felipe Pérez. Tal vez mis hermanos y yo, tenemos esa afición: “una veta que viene de la vena paterna”, dice Vida Mercedes Icaza Jiménez, abogada y poeta, insigne declamadora de los versos de mi padre. La verdad es que a mí me ha encantado siempre emborronar mis cuartillas con versos de mi alma.

La Esquina de los Sueños

   A mediados de 1957, yo fui a vivir donde la familia Berríos Mayorga. Por simpatía de Ciro Orozco, conmigo, éste me llevó a su casa. Era una familia bella. Doña Lucía, Corina, María y Ángeles eran las que componían esta cuna de bondad. La casa, una de esas casonas del antiguo León, con sus alargados corredores, jardín en medio, cuartos y dormitorios aireados; de ventanas y balcones  altos; de espacioso zaguán y de grande traspatio, que para mí fue , en aquel entorno , donde se fueron tejiendo mis grandes y bellos ideales, y a la que llamé : “La Esquina de de los sueños”.

   En esta esquina escuché atento cuando hablaba Mariíta Berríos Mayorga (una prestigiosa educadora), en las reuniones con personalidades del mundo intelectual y de doctrinarios liberales, y claro está, y de otros, esos que andan con el “lazo” en la mano, para ver que vientos soplan y agarran.  Pero, allí, tuve el honor de conocer a un médico filántropo, humanista, un hombre que irradiaba bondad, el Dr. Apolonio Berrios Mayorga. También, conocí a Joaquín Ibarra Mayorga, autor del Himno Nacional de Nicaragua, a René Schick a Julio Quintana, al Dr. Jorge Méndez, que siempre concluía con esta frase: “está jodido el verso”. Y a mí me gustaba porque ya se la había oído a varias personas en esta ciudad de León. Unas veces a mi padre… “me parece que está jodido el verso”.

Seguirá...