martes, 3 de mayo de 2011

¡TRAS LA HUELLA… UNA ÉPOCA DE EFERVESCENCIA JUVENIL!

¡TRAS LA HUELLA… UNA ÉPOCA DE EFERVESCENCIA JUVENIL!

Un estremecimiento de corazón

Me refería un amigo mío de nombre Ángel Eligio Mendoza Parajón, quien estuvo presente en el Parque Central “Máximo Jerez”de esta ciudad de León, la tarde aciaga aquella, fecha de la terrible masacre estudiantil de 1959.

¡Qué lo que aconteció, fue algo inesperado e impactante!:

Una tarde, esa tarde, del jueves 23 de julio de 1959 en que fue sacudida la ciudad de León, mi corazón de muchacho, sufrió un vuelco que junto a esa sacudida, me estremeció por completo.Yo que alegre, paseaba buscando el carnaval de los estudiantes. “El Carnaval de los Pelones”. Fiestas que eran alegres, risibles y graciosas. Fiestas de mucho colorido y en la que toda la ciudad, se alborotaba con la llegada de los nuevos estudiantes que venían de todas partes del país. ¡Llegaron los Pelones! Y era todo movimiento. Unos grupos  que se especializaban en "pelonear", perseguían a los chavalos que se refugiaban en cualquier casa. Pero, tarde o temprano, caían en sus redes.  Las barberías de la "Selecta" , la del maestro Bárcenas y la del "Zanate", se llenaban de muchachos, que parecían "gallinas compradas". Y todo mundo, esos días, buscaba los “Manifiestos" de los Reyes Feos,  que hacían morir de risa a a grandes y chicos.

Pero esa tarde, todo iba a cambiar. De la alegría carnavalesca el desfile cambió y se convirtió en una corriente indetenible de un mar estudiantil. Ya antes, se había desarrollado un desfile de profundo luto por los muertos en “El Chaparral” y el oficio de una misa a la que los guardias impidieron que se asistiera a la Iglesia El Calvario.

Y ese día o esa tarde, los estudiantes con energía, alzaban sus voces y las voces juveniles que sonaban a una sola, eran las voces de protesta que hacían retumbar las paredes y las calles, por donde pasaban los muchachos que recorrieron algunas calles de León. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!

Los estudiantes denunciaban y protestaban por la masacre de “El Chaparral (24 de junio 1959)”. Denunciaban la vil masacre que entre la guardia de Honduras y Nicaragua, con el apoyo de la Misión Militar Norteamericana, habían perpetrado criminalmente contra la vida varios jóvenes estudiantes. Jóvenes de alta moral y entrega patriótica, como: Manuel Baldizón, Marcelo Fernández, Antonio Barboza y Enrique Morales Palacios. Y que además, había resultado herido el estudiante de la Facultad de Derecho, Carlos Fonseca. La marcha también exigía la libertad de varios estudiantes capturados, y por la consolidación de la Autonomía Universitaria (obtenida el 27 de marzo de 1958). ¡Libertad! ¡Justicia! ¡Libertad! ¡Justicia!
Esos corazones juveniles que habían cargado en sus hombros, la responsabilidad histórica de luchar contra la dinastía somocista y que habían caído, eran el centro del corazón de una liberación que irradiaba como faro de luz, cuyo albor esparcía y envolvía los corazones de la juventud nicaragüense.

La tarde se volvió tensa, tirante, pesada. La guardia cuyo comando estaba enfrente a lo que fue el Teatro González, o sea de la antigua Casa Prío (de Dn. Agustín Prío Largaespada), 1 c. al Sur, (hoy sede de los Combatientes Históricos), estaba silencioso pero había movimiento en su interior, y se notaba ese movimiento en los balcones del segundo piso, aunque ya un pelotón andaba en la calle al mando de Tacho Ortiz.

Los choferes de la parada de la plaza y otros que se ponían cerca donde Prío, y la gente que se había acercado, junto conmigo, estábamos expectantes. Recuerdo a don Arturo Pozo, Francisco Gutiérrez y un señor de nombre Alfredito Quintero, y otro de nombre Napoleón Jerez, a Carlos y su Hermano Uriel Zambrana, a don Gerardo Dimas

De pronto todo era movimiento, un grupo de universitarios se dirigió hacia el comando G.N. Un estudiante salía en libertad, todos regresaron hacia donde estaba el grueso de la manifestación, que habían llegado de la parte suroeste del Parque la Merced, buscando el Club Social. Se manifestaban los muchachos asiendo fuertemente las banderas de Nicaragua y de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Entre los marchistas venía un estudiante “frendi”, era Manolo Morales. Los estudiantes se detienen en la propia esquina de la Librería Recalde y del club. Gritan consignas, hay discursos… uno de los estudiantes habla en uno de los salientes del edificio del club, (después me di cuenta que fue el poeta Fernando Gordillo y que además, me dijo el “Tigrillo Madriz”, que se había envuelto en la bandera de la universidad, y otro que habló, fue el Br. Joaquín Solís Piura, presidente del Centro Universitario; y una voz vibrante, Humberto Obregón…); y de la guardia, que estaba apostada en la esquina de Prío y el Parque Central, unos se tienden en el piso, otros con una rodilla en el pavimento y otros de pie. Algunos muchachos se sientan en el pavimento… Y cuando la guardia maniobra los macabros “garand” todos nos asustamos, el ruido fue horrible, y un viejo blanco, medio-gordo, daba la orden de apuntar (era Tacho Ortiz) y de repente dan la orden de lanzar las bombas… Y. truena una balacera ensordecedora. Era un horrendo ruido, lúgubre, pavoroso. Y de sus cañones salían lluvias de balas en busca de corazones juveniles; era lluvia de plomo y muerte, una lluvia… la que parecía como eterna.

Todos los que estábamos en el parque corrimos hacia la estatua de Máximo Jerez buscando la plaza, pero detrás de nosotros nos seguía el ruido de la balacera, los gritos, los ¡ayes! Y otros gritos que salían de no sé de donde: ¡Asesinos! ¡Asesinos! Y llantos… y carreras…

Después de una pausa, como queriéndose trasladar al pasado, me dice, ─¿No has leído el trabajo titulado Masacre Estudiantil?. Su autor fue el recordado periodista Rolando Avendaña Sandino (RAS), y en este relato, escribió que:  “La escena resulta difícil de narrar, fue un cuadro macabro en que centenares de personas se aglomeraban por un instinto de conservación en refugios improvisados tratando de salvarse de la lluvia de balas portadoras de la muerte”.

Y agrega: El poeta Fernando Gordillo Cervantes, ─ dice en su testimonio “La Tarde del 23”─, “…apareció un muchacho con la bandera de la Universidad. Se la quité, sin percatarme, como sonámbulo, empecé a caminar con ella hacia el pelotón de soldados; no sé que causa me movería a hacerlo, pero en ese momento Ernesto Castillo, se me acercó gritando y me detuvo.”

Luego que la humazón se disipó y los guardias se retiraron… se empezó a despertar de lo aturdido del momento… se escuchó el aullido de las sirenas de las ambulancias. Jóvenes tendidos en el pavimento, en las aceras, en los marcos de la puerta. Unos muertos… otros heridos… Sangre, masa encefálica untada en las paredes de la clínica del Dr. Espinoza y en las cunetas corría el líquido rojo de los muchachos caídos. Aquello era terrible. Había un solo desconcierto. Los estudiantes que no resultaron heridos auxiliaban a sus compañeros, los montaban en carros, camionetas, taxis y los trasladan al Hospital San Vicente, que estaba atestado de tantos heridos, muertos y de gente que corría como loca. ¡Y... los gritos y el llanto! ¡Todo aquello era estremecedor en el hospital! Me contaba el “Tigrillo Madriz… el Br. Oswaldo José Madriz”, apuntaba Ángel Eligio.

¡Habían caídos, masacrados, Sergio Saldaña, José Rubí, Erick Ramírez y Mauricio Martínez! Y más de un centenar de jóvenes gravemente heridos. Entre ellos: Gonzalo Alvarado Aceituno  Faustina Palma, Juan Quiroz, Luis Rivas, Luis Felipe Pérez, Bayardo Salmerón, uno de apellido Quant, César Blandino, Pedro Calderón, Alejandro Meza… y tantos y tantos otros… concluyó Ángel Eligio Mendoza Parajón, algo así como ausente, como queriendo atrapara los recuerdos con su doliente semblante.

Con este hecho sangriento, que conmocionó a la ciudadanía leonesa y que impactó a toda Nicaragua, la juventud leonesa ya no fue la misma. La huella dejada por esa criminal masacre, prácticamente selló el espíritu de rebeldía que habría de revelarse en la muchachada de la generación de ese entonces.

En cada casa y en cada hogar, se sentía el dolor y explotaba la ira. La condena contra la guardia era aireada y unánime. Todos condenaban tan brutal crimen. Las noticias se propalaban ─el 16 de febrero había aparecido Nicaragua Adentro con su piripipííííí─ y en todos los noticieros radiales era la noticia titular, y ésta, se comentaba y se discutía en todos los sectores y entre todas las edades: ¡Qué tales métodos utilizados por los Somoza y sus sicarios, eran completamente irracionales y estaban enlutando a todo el país.

La juventud era la única

También se hablaba, para aquellos días sobre la lucha y protestas que se desarrollaban por parte de los estudiantes universitarios y de secundaria en distintas ciudades del país: Que los levantamientos armados en las montañas eran únicamente de la juventud, de esto se hacía mucho énfasis, y además, que la juventud nicaragüense era la que se estaba inmolando, y que todo el peso estaba recayendo sobre sus hombros, en martirologio sin fin. ¿Y de los políticos?, de éstos se decía que sólo vivían en conciliábulos y prebendas, que no les interesaba organizar ni movilizar al pueblo, en sus justas reivindicaciones populares, porque pensaban que el auge de la lucha podía salirse de su control, y tomar otros causes que no fueran los de sus intereses oligárquicos.

Y la verdad era que la única en enarbolar la bandera de la libertad, no había otra que la heroica juventud nicaragüense, aun a costa de su propia vida. Y era esta juventud heroica la que se estaba enfrentando contra una de las más oprobiosas dictaduras criminales de toda América Latina.

Todo esto iba calando en el pensamiento y corazón de los jóvenes e incluso entre los más niños; y se discutía acaloradamente sin tener aún ni recursos ni conocimientos de las cosas, pero se discutía sobre lo que se oía y así, todo mundo se empujaba a la “discutidera”.

Del sector de la Capilla San Juan de Dios, o de El Laborío, recuerdo que nos reuníamos en la plazoleta de la capilla y allí armábamos el “alboroto”, unos a favor y otros en contra, pero discutíamos. Recuerdo a José Saravia (Ché-Ché), Marcos Midence (Guayaba), Edwin Reyes Vanegas (el piloto), Mario Zamora, Gustavo Sáenz (Picucho), Mario Mendoza Medina (mi primo), el más cumiche Benjamín Lau, Roberto Valladares (Robertín), a veces se acercaban Fulvio Palma y Armando Reyes (Mikimí), pero todos le entrabamos al "molote". A veces nos pasábamos a las hermosas esquinas de niña Alicia Berríos Delgadillo; otras, a la esquina del maestro músico don Abraham Vanegas (hoy esquina del parque infantil) o a la esquina de las Valladares (las pulgas). O invadíamos la pieza de estudiantes, que le llamaban el “Paredón: Se Ejecutan Cotorras”, donde platicábamos con René Meléndez, Roberto Aguilar, Marcos Jacobo Frech, y uno de apellido Gallo.

Para esos tiempos se hablaba y se discutía sobre los sucesos que venían aconteciendo. Oíamos a los adultos discutir, muchos de ellos se peleaban, unos a favor y otros en contra, sobre esos temas. Los Radio periódicos difundían noticias todos los días y aparecían en los periódicos de León y Managua. Ya a nosotros los “chavalos” nos interesaban escuchar y leerlas. También entraban revistas como “Bohemia”, algunos de nosotros hasta la coleccionábamos porque allí aparecían fotos y temas políticos. Yo vivía donde Mariíta Berríos Mayorga. Ciro Orozco me había llevado a su casa y gentilmente doña Lucía Berríos Mayorga, su mamá, me había aceptado. Ciro tenía un radio portátil “Admiral” y ponía las noticias y las preferidas eran las noticias políticas. Antes yo había vivido donde “Papa Van”, don Eduardo Rodríguez, casa ubicada entre don Abraham Vanegas (maestro músico) y Angelita Berríos Mayorga (maestra), siempre sector de la capilla hacia el Sur. También allí, había estudiantes, recuerdo a Bayardo Plazaola y Marcio Somoza Rodríguez; y en las discutieras de los mayores, yo ponía mucho cuidado y a veces no me gustaba lo que decían.

Entre otras cosas se decía lo siguiente: -Que los estudiantes universitarios no dejaron entrar a la Universidad a un “yanqui” que le habían dado un doctorado. Se produjeron altercados, revuelos y alborotos en la Universidad. El yanqui no vino porque se meó de pánico.

-Que se realizaban manifestaciones de los estudiantes universitarios y que también participaron los del Instituto “Máximo Jerez” (antiguo INO). A la cabeza iban los dirigentes del CUUN, y ya marchaban ,como que hasta “chavalos”… Éstas movilizaciones se realizaron en julio de 1958, contra de Milton Eisenhower, hermano del presidente de los E.U., al que le habían otorgado el título de Doctor Honoris Causa.

-Que los estudiantes han protestado contra Luis Somoza. Las protestas se realizaban en todo el país, y se denunciaban las torturas a que estaban siendo sometidos los prisioneros políticos... y que se sospecha que los matarán... Lo que en realidad sucedió.

-Que las manifestaciones fueron intensas y que además ya estaban participando los de secundaria. Y que todo el mes de octubre de 1958, fueron de manifestaciones y protestas.

-Que Fidel Castro Ruz estaba en La Sierra Maestra, que los “barbudos” pidieron ayuda a los yanquis y que éstos se negaron. Mejor, porque así los rusos se la pueden dar. “Y es que los yanquis se la quieren dar de la mamacita de Tarzán…” (año de 1959).

Que al Dr. Fabián Ruiz lo habían capturado; que en las cárceles le habían hecho barbaridades y le habían dejado la cara como Jesucristo. Y que se había fugado, lanzándose de lo alto de la “Loma” hacia la laguna de Tiscapa, donde lo tenían preso, y que por eso le decían Superman.

-Que se habían asilado en la Embajada de Argentina: Jaime Gabuardi y Fernando J. Núñez (este último vecino de la Iglesia de San Francisco- León), en el mes de agosto 1959.

-Que al joven Ajax Delgado de la Juventud Patriótica, lo viven torturando
terriblemente y que lo quieren matar... lo que también ocurrió.

En fin, las noticias volaban, y todo era un solo alboroto. Unos a favor, otros en contra. Unos tratando de convencer a los reacios, y la minoría “sentados en sus treinta”.

Y los que estábamos a favor de la lucha contra Somoza y simpatizábamos con La Sierra Maestra, con el Dr. Fidel Alejandro Castro Ruz, el Dr. Ernesto “Che” Guevara de la Serna, Camilo Cienfuegos Gorriarán y Raúl Modesto Castro Ruz -como les decía Furilu, el gran narrador deportivo de la ciudad, Pablo René Miranda Núñez-. Cantábamos, Sierra Maestra: ─”Adelante, cubano/que Cuba premiaría nuestro heroísmo/Pues somos soldados,/que vamos a la Patria liberar/…” Esta canción la canta Daniel Santos (el anacobero) y que se oía en todas las emisora, luego que Fidel declara la Revolución Cubana de carácter Socialista, el disco desapareció de las radios…

Otra canción que se oía era la de “Venezuela mía” de Tito Cortés. Y haciendo un paréntesis, a mí me ha gustado hacer poemas y en 1956 siendo un “chatelito” o “cipotillo” hice uno a Rigoberto López Pérez, después de los sucesos del 21 de septiembre, que con el tiempo lo fui arreglando pero manteniendo su originalidad. Por este poema que lo leía en voz alta, me vivían regañando: “chavalo jodido te van a verguear”. La acción del poeta Rigoberto, había estremecido a todos, y a mí me llegó una de esas ráfagas iluminadas y de resplandecientes fulguraciones. Dicen que “de tal palo tal astilla”. Mi padre fue y seguirá siendo un reconocido poeta que en vida recibió el Título de “Hijo Dilecto de la Ciudad de León, otorgado por la Alcaldía de León en Mayo de 1981 por Luis Felipe Pérez. Tal vez mis hermanos y yo, tenemos esa afición: “una veta que viene de la vena paterna”, dice Vida Mercedes Icaza Jiménez, abogada y poeta, insigne declamadora de los versos de mi padre. La verdad es que a mí me ha encantado siempre emborronar mis cuartillas con versos de mi alma.

La Esquina de los Sueños

A mediados de 1957, yo fui a vivir donde la familia Berríos Mayorga. Por simpatía de Ciro Orozco, conmigo, éste me llevó a su casa. Era una familia bella. Doña Lucía, Corina, María y Ángeles eran las que componían esta cuna de bondad. La casa, una de esas casonas del antiguo León, con sus alargados corredores, jardín en medio, cuartos y dormitorios aireados; de ventanas y balcones altos; de espacioso zaguán y de grande traspatio, que para mí fue , en aquel entorno , donde se fueron tejiendo mis grandes y bellos ideales, y a la que llamé : “La Esquina de de los sueños”.

En esta esquina escuché atento cuando hablaba Mariíta Berríos Mayorga (una prestigiosa educadora), en las reuniones con personalidades del mundo intelectual y de doctrinarios liberales, y claro está, y de otros, esos que andan con el “lazo” en la mano, para ver que vientos soplan y agarran. Pero, allí, tuve el honor de conocer a un médico filántropo, humanista, un hombre que irradiaba bondad, el Dr. Apolonio Berrios Mayorga. También, conocí a Joaquín Ibarra Mayorga, autor del Himno Nacional de Nicaragua, a René Schick a Julio Quintana, al Dr. Jorge Méndez, que siempre concluía con esta frase: “está jodido el verso”. Y a mí me gustaba porque ya se la había oído a varias personas en esta ciudad de León.
1.-

En esta esquina escuchaba música clásica, la ponía Mario Orozco Berríos, otro que lo quiero como hermano; de ella se me quedó grabado "Los Cascanueces" de Peter TchaiKovsky. Donde, el Dr. Francisco Ramírez, esposo de doña Corina Berríos Mayorga, cuando llegaban a visitarlo los Dres. Jaime Arguello, Jaime Granera Soto y otros, le gustaba poner a los "4 Hermanos Silvas" y "Agustín Lara" (poeta y músico)los que escuhaba con agrado; y las rancheras como "El Jinete", "Ella" de José Alfredo Jiménes, y las que cantaba Miguel Aceves Mejía, era del disfrute mío y de Ciro Orozco, quien llegó a ser Presidente Nacional de Reforma Agraria.

Para ese entonces yo estudiaba en el Colegio Dulce Nombre de Jesús del Canónigo Agustín Hernández Fornos, ubicado de la Administración de Rentas 1/2 c. arriba, en la calle misma, que los estudiantes universitarios, llamaban en sus "Manifiestos" para la venida de los "pelones", "El Callejón de la Muerte". Porque si pasaba por la Renta, te reventaba el guardia de la esquina; luego te salía el "cura" con su "Tía Chica" (una tajona de "verguetoro"), más allá arriba, te salía "Moncho Galleta" (Moncho Mendieta)y para terminar, te desvalijaba Erlinda Somoza (prestamista).

Y llegan hasta a mí, los recuerdos aquellos, de aquella mañana, después del fatídico día del 23. Y era esa mañana costosa, de la que no sabíamos de lo que queríamos. Y ben la que no se como: ¡Y de pronto!, la muchahada ▬¡los chavalitos!▬ reaccionó. Y la gritería hirió el silencio condenando el horrendo crimen de la tarde del jueves en que se tiñó de sangre. Y al algo sorprendente. Esa ola de "cipotes" me estremeció profundamente; y de ese oleaje, quedaría marcado para siempre.

Los casi niños aún, se levantaron como resorte, y en grupo se apostaron en cada esquina (unos en la Renta y otros, en la esquina de las ruinas del Teatro Municipal. Increíble, pero más que cierto. Y el gauardia de la Renta, no salía de su asombro. A un muchacho de apellido Centeno, le tocó el municipal, a mí, y no sé por qué, me lancé, me tocó la Renta. Todo mi ser fue dominado por una furia divina, que se me revolvía con ímpetus incontrolables. No sentí miedo. Sentí ira... ¡Ah, que recuerdos tan estremecedores y dolorosos aquellos! Era un dolor de alma adentro. De puños crispados que herían las uñas, nuestras palmas de la mano, manos adolescentes de leoneses, que nos iniciábamos en el bautizo de una lucha sin cuartel, y que todavía hoy, nos estremecemos al evocar aquellos días.

*René Saldaña Quintana
*José Rubí
*Erick Ramírez
*Mauricio Martínez

No se pueden borrar estos nombres ni las imágines aquellas. Ni del que se envolvía en la bandera. No se puede olvidar la vibrante voz del Br. ¡Fernando Gordillo!. Allí estaba el Br. Oswaldo Madriz, Joaquín Solís Piura (Presidente de los estudiantes), a Luis Felipe Pérez, herido en el antebrazo; tabién a Gonzalo Alvarado, Ondina Palma, César Blandino, Salmerón..., y tantos y tantos otros, y muchos...

¡Se lloraba, de verdad se lloraba! ¡Y se gritaba, de verdad que se gritaba de lo que se quería y de rabia y de arrechura, de lo que no se podía...! "Sólo habían libros...banderas... y un silencio después, el que había apagado el bullicio alegre. A la juventud se le había reglado "bala y plomo". La pureza y limpieza de los muchacos, había sido herida a muerte. ¡León lloró esos días! Lloró la sangre derramada en esa avenida¡ Hoy lleva el nombre de "23 de Julio". Referencia simbólica para una Juventud Inclaudicable! ¡Para una fuerza Audaz y Protagónica! ¡Una Juventud con firmeza Ideológica!

¡El 23 de Julio es en síntesis, la Referencia Simbólica del nacimiento del futuro FSLN!

Tras la huella

Desde esos días anduve tras la huella de los estudiantes universitarios. Conocí a Oswaldo J. Madriz, el que para entonces era el jefe de redacción de "El Universitario" (1960), el que tuve el honor de vender con Jacinto Baca y René Maradiaga. Este periódico, tipo "tabloide" era el Órgano Oficial del Centro Universitario. Mas tarde trabajaría con "El Tigrillo" (Oswaldo Madriz), en el Radioperiodico "Orientación" , también del Centro Universitario.

De los jóvenes que mi memoria retiene, están los siguientes del año de 1960: Humberto Obregón, Carlos Calvo, el famoso "Tigrillo", uno de apellido Quiñones  Y conocí a otros que escribían, como por ejemplo el de "Masacre Estudiantil", Br. Rolando Avendaña Sandino; y el Br. Alejandro Serrano que escribió y "Hoy Hace Un Año".

Y me vienen al recuerdo tanto nombres que durante mi vida juvenil, yo tuve la oportunidad de conocer y con algunos hasta trabajé en la lucha mpor dcerrocar a Somoza: a Carlos Ramírez, René Maradiaga Paniagua, Jacinto Baca Jerez, el "Chele" Adolfo Espinoza, Eloísa Altamirano (la abuela, de Villanueva), Rosario Rivas (hombre) de Villanueva, Goyo Ramos (Gregorio Ramírez, el primo, de Villanueva), Rodolfo Altamirano, Reynaldo Puerto, "Payito" Rafael Lacayo Zamora, Silvio Mayorga Delgado, Regis Mairena, Enrique "El Chintano", Adriana Zavala, Richard García Navas, Natalia Ramos (La Tía), Oscar Salgado, René Carrión López, Bayardo Salinas, René Ruiz, Edgar Munguía Álvarez (El Gato Munguía), Guillermo "Pitillo" Lanzas, "Nilo"Godoy , Lolo Morales, Danilo Rosales Arguello, Sócrates Flores Vivaz, Octavio Martínez Ordoñez, Enrique Lorente Ruiz, José Benito Escobar, René Salinas, Luis Álvarez Alvarado, Fernando Arriaza López, Agustín Rodríguez Moya, Alan Tonskin, Danilo Marenco, Ronmel Martínez y tantos y tantos otros...

Y así fui conociendo a muchos. Con algunos trabajé en los barrios de León, y cayeron en el camino, luchando en montañas y ciudades. Otros, se separaron muy temprano y hay quienes en el recorrido del "Tren" de Silvio Mayorga, se bajaron en las estaciones. Y hubo, muchos, que se bajaron en las "estaciones de banderas" y  hubo quienes  se aventaron intempestivamente  con el tren en marcha. Pero, hay  quienes, siempre, se mantuvieron firmes y continuaron y continúan en el "Gran Tren de la Victoria", manteniéndose sin vacilación pegado al "poste" de la lucha tesonera.

Efervescencia estudiantil

En 1960, en ese año escolar, me matricularon en el Instituto Nacional de Occidente
"Máximo Jerez", ubicado contiguo a la Iglesia de San Francisco. Para ese año ya la efervescencia estudiantil había crecido en todos los ámbitos de nuestro territorio nacional.

Los estudiantes aparecían y desaparecían en los barrios, y de nuevo se veían por todos lados como un hormigueo. Y los estudiantes del INO no estaban exento a estos piquetes. ¡Los estudiantes condenaban a la GN por la masacre a los estudiantes del 23 de julio un año anterior... Por la represión brutal y criminal desatada por los esbirros de Honduras y los "yanquis", en contra del campesinado y del grupo de jóvenes que se habían levantado en "El Chaparral", jornada, en la que había resultado herido el Br. Carlos  Fonseca Amador.

Los estudiantes siempre estaban poniendo el dedo en la "llaga". Pero, los abusos y crímenes en Nicaragua se multiplicaban.

Desde el 21 de febrero de 1934 en que se arrasó, se mató,  y se incendió ranchos y chozas campesinas en las Segovias, el pueblo ha sufrido represión y muerte. No ha habido descanso... Crímenes y horrendas torturas, como las del 4 de abril de 1954. La persecución terrible que desde 1956 al 60, se ha padecido, no cesaba. Los Somoza, se habían eregido como la Dictadura Dinástica más criminal de América Latina. Nadie se le "capeaba", el que se le oponía, sólo había "palo y plomo", "cárcel y tortura".

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