Blog: nuevas victorias. Pablo E. Barreto.
Recopilación.
Álvaro Montoya Lara y Manuel Díaz Sotelo, ¿los periodistas olvidados?
Algunos de los periodistas nacionales subimos al escalón más alto para combatir a la tiranía genocida del somocismo, participando directamente en su derrocamiento y demolición definitiva a través de la lucha armada, mediante acciones guerrilleras desde 1958, varias insurrecciones populares contra la Guardia Nacional (brazo armado interventor genocida del Ejército y gobierno norteamericano) y en acciones audaces como la Insurrección Sandinista Final y el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Sí, algunos periodistas subimos el escalón más alto de la lucha.
Entre esos que no vacilaron en tomar las armas libertarias para derrumbar a la tiranía somocistas, están: Bayardo Arce Castaño, William Ramírez Solórzano (ya fallecido), Álvaro Montoya Lara, caído heroicamente mientras combatía durante la Insurrección Sandinista en el Frente Sur “Benjamín Zeledón Rodríguez”, en Rivas; Manuel Díaz Sotelo, quien fue capturado y asesinado por la Guardia Nacional somocista genocida el 7 de agosto de 1959, cuando combatía en condiciones totalmente desventajosas al régimen sanguinario de los Somoza; César Cortez Téllez, quien después del Triunfo de la Revolución Sandinista llegó a ser coronel del Ejército Popular Sandinista; Roberto González Rocha (ya fallecido), ciudadano notable de Masaya, combatiente popular sandinista, primer Alcalde de la Revolución Sandinista; y Léster Mendieta Alfaro (ya fallecido), también combatiente popular insurreccional y uno de los periodistas férreos en la defensa de la Revolución Popular Sandinista. Se integraron plenamente también las compañeras Maritza Cordero Ardila y Mercedes “Merceditas” Solís Hernández, quienes inclusive, especialmente en el caso de Cordero Ardila, formó parte del equipo de trasmisiones de la Radio Sandino en la clandestinidad. “!Aquí, Radio Sandino…desde algún de Nicaragua…De la que viene, no se escapa ningún somocista!”, arengaba Cordero Ardila desde trasmisores clandestinos de Radio Sandino. Merceditas Solís de Hernández (fue la esposa del fogoso periodista antisomocista Francisco Hernández Segura) era una de las encargadas de recoger información sobre los avances de la lucha armada en plena Ofensiva Final de junio de 1979, según recuerdo, porque yo me movía en medio de las trincheras de combate de la Zona Oriental de Managua. Merceditas me llamaba por teléfono, mientras, por ejemplo, se estaban escenificando los feroces combates de combatientes populares contra los guardias genocidas somocistas y mercenarios salvadoreños y argentinos, contratados por Anastasio Somoza Debayle, el jefe de la “Estirpe Sangrienta: los Somoza”, en ese momento de agonía de la tiranía impuesta por el gobierno genocida de Estados Unidos, desde hacía 45 años. A Manuel Díaz Sotelo le arrancaron las uñas con alicates.
Volviendo a Manuel Díaz Sotelo, este fue un combatiente antisomocista y antiimperialista al doble, pues cuando se presentó en el Diario Flecha a ofrecer sus servicios de periodista, lo hizo entregando un ensayo condenatorio contra el oneroso, traidor y vendepatria “Tratado Chamorro-Bryan”, mediante el cual el antiguo régimen conservador le entregaba el territorio nacional al gobierno genocida de Estados Unidos. Pronto, después de que Rigoberto López Pérez ejecuta al tirano vendepatria, traidor y ladrón, Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre de 1956, Díaz Sotelo fue capturado y acusado de haber colaborado con Rigoberto López Pérez y de que, supuestamente, él (Manuel Díaz Sotelo) se encargaría de ejecutar a Somoza García en caso de que Rigoberto fallara en su intento de eliminar a la alimaña tiránica sangrienta. Por estos motivos, fue encarcelado y deportado a Costa Rica, desde donde se puso en contacto con revolucionarios cubanos y se afilió al Movimiento 26 de Julio de Cuba, encabezado por Fidel Castro. Un poco después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, organizó un grupo armado y se vino a las montañas de Nicaragua, donde lo capturaron y lo asesinaron. Antes, en 1957, durante una de las carceleadas y torturadas, le arrancaron con alicates las uñas de las manos y de los pies. Montoya Lara no vaciló en tomar las armas Álvaro Montoya Lara era uno de los dirigentes del Partido Socialista Nicaragüense, dividido en dos grupos cuando ya se plantea la necesidad impostergable de la Insurrección, o luchar armada insurreccional final contra la tiranía somocista genocida, en los años 1978 y 1979. Montoya Lara está en el grupo que cierra filas con el Frente Sandinista Guerrillero. Se pone en contacto con el grupo jefeado por Francisco “Chico Garand” Guzmán Fonseca, para que este se sume a la Ofensiva Final en la Zona Oriental de Managua, mientras él, Álvaro Montoya Lara, con un grupo se suman al Frente Sur Benjamín Zeledón Rodríguez, donde cae combatiente el 14 de julio de 1979, es decir, cuatro días antes del triunfo de la Revolución Popular Sandinista.
Me tocó el honor de trabajar con Roberto González Rocha cuando ambos trabajábamos para el Diario LA PRENSA, él como corresponsal en Masaya y yo como periodista de planta en Managua. Más grande fue mi honor al llegar yo a Masaya con la inmensa masa de combatientes replegados (entre 6,000 y 7,000) de Managua a Masaya el 29 de junio de 1979, casi a las dos de la mañana, en lo que se conoció y se conoce como el Repliegue Táctico de Managua a Masaya. Recuerdo perfectamente aquella madrugada gloriosa del 29 de junio de 1979 cuando un grupo numeroso de combatientes sandinistas masayenses nos recibían en un sitio cercano a los paredones de la Laguna de Masaya, donde nos premiaban con vítores, más café, tortillas y frijolitos calientes, para una masa de 6,000, tal vez más combatientes, que llegábamos hambrientos, sedientos, cansados, heridos y cargando muertos, después de haber sido bombardeados y ametrallados por la Guardia Nacional genocida en Piedra Quemada y en Nindirí…pues allí estaba Roberto González Rocha como combatiente a las órdenes de Ramón “Macaco” Moncada Colindres, uno de los jefes del Estado Mayor Insurreccional de Masaya. Esa misma mañana del 29 de junio de 1979, a Roberto González Rocha y a mí, el Estado Mayor del Frente Interno, encabezado por el Comandante Carlos Núñez Téllez, nos delegó la misión de recuperar armas y municiones en toda la Ciudad de las Flores, para ponerlas en función de combatir a los guardias genocidas. Pocos días después, Roberto González Rocha fue nombrado Coordinador de la primera Junta de Reconstrucción de Masaya (la primera Junta del régimen revolucionario sandinista), integrada en plena labor insurreccional. Roberto estaba preparado para esas lides, pues había sido promotor de espectáculos públicos, deportivos, impulsor del Toro Venado del Pueblo, etc. González Rocha, como es conocido, falleció por un ataque al corazón en la década del 90. En la Historia de lucha de Nicaragua es especial el asunto de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien se enfrentó frontalmente a la tiranía, sin vacilaciones, como nadie, hasta que finalmente los “Mandaron a matar”, fue el titular del Diario LA PRENSA del 11 de enero de 1978. Tuve el honor, arrastrado por la obligación impostergable de combatir a la tiranía somocista, de acompañar a William Ramírez Solórzano en la Insurrección Sandinista Final de Managua, en 1979, y en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya, del cual “Aureliano” (William Ramírez Solórzano) era uno de los jefes, bajo las órdenes del Comandante Carlos Núñez Téllez, jefe del Frente Interno y miembro de la Dirección Nacional Histórica del Frente Sandinista. En aquellos días inmediatos, anteriores al nueve de junio de 1979, fecha en que se generalizó la Insurrección Sandinista contra la tiranía en Managua, la Radiodifusora Nacional de Nicaragua, la voz oficial del régimen sanguinario somocista, publicaba una condena a muerte de los escuadrones de la muerte (“Mano Blanca”, le decían los somocistas) en contra de algunos de nosotros. En ese listado aparecían, entre otros: Manuel Eugarrios, Alejandro Romero Monterrey y Pablo E. Barreto Pérez.
El caso de Álvaro Montoya Lara me parece incluso especial, por cuanto después del Triunfo de la Revolución, en 1979, decidimos poner su nombre a la Casa de la Unión de periodistas de Nicaragua, situada en Belmonte. Se trata de un caserón confiscado al senador Pablo Rener, uno de los sicarios más fieles del somocismo genocida. ¡Claro”, hubo también periodistas que más bien se escondieron “bajo las camas”, en “sitios seguros” o en Embajadas como la de Venezuela, mientras se daban los combates frontales contra la dictadura somocista en todo el territorio nacional y en Managua, particularmente. ¿Por qué traigo a colación todo este asunto de la lucha de algunos periodistas, que inclusive, fuimos fundadores de la Unión de Periodistas de Nicaragua, en marzo de 1978, mientras la tiranía somocista nos amenazaba de muerte a todos especialmente a los que andábamos ya metidos de lleno para propiciar su derrocamiento a corto plazo?
Hoy somos libres porque un puñado de hombres y mujeres, muy pequeño primero, y un puñado de varios miles al acercarse los años 1978 y 1979, tomaron las armas para derrocar a la tiranía somocista, y entre esos hombres y mujeres había periodistas conocidos, como ya señalé. Sin embargo, la Unión de Periodistas de Nicaragua pareciera haberse olvidado de que se fundó, se formó, saltó a la palestra pública en medio del fuego nutrido del pueblo armado en contra del somocismo, y eso ha quedado evidenciado, al menos para mí, cada que se celebra un Congreso o durante el Día Nacional del Periodista, fechas en que no se menciona a estos periodistas pioneros de la lucha, quienes se batieron codo a codo o jefeando la lucha armada contra el somocismo como los casos de Bayardo Arce Castaño y William Ramírez Solórzano. GRN y Manolo Cuadra Vega: perseguidos permanentes del somocismo genocida Tampoco son mencionados hombres valiosos, que en su tiempo y en condiciones totalmente desfavorables, como Gonzalo Rivas Novoa (GRN), quien hizo de la caricatura una de las armas políticas más certeras en contra de la dictadura; o Manolo Cuadra Vega, periodista y poeta, que por escribir sistemáticamente contra Anastasio Somoza García se mantenía sólo expatriado en Corn Island. En los últimos Congresos de la Unión de Periodistas de Nicaragua, ni durante el acto del Día Nacional del Periodista (primero de marzo, todos los años) en el año 2008, ni en la Sesión Especial de la Asamblea Nacional este 27 de febrero del 2009, dedicada al periodismo nicaragüense, tampoco oí que se recordara a estos periodistas luchadores, que con armas y las plumas en las manos ayudaron a derrocar a la tiranía somocista, gracias a lo cual hoy somos realmente libres, pues antes del 19 de julio de 1979 a uno lo podían llegar a sacar de su casa para matarlo, te esperaban en una esquina y te asesinaban los guardias, o te mataban los torturadores en las cárceles, o te mandaban al “escuadrón de la muerte” (“Mano Blanca”) cuando todavía estaba reinando el terror estatal impuesto por la tiranía somocista mediante la Guardia Nacional interventora, su Oficina de Seguridad anticomunista, mediante sus 12 mil “orejas” o agentes regados por todo el país, más los reyezuelos sanguinarios “jueces de mesta” o “jueces de cañada”, los agresivos ANROCS o militares retirados, la Nicolasa Sevilla apaleadora de pueblo y toda la pacotilla de ladrones del Partido Liberal Nacionalista. Además, propongo que el Frente Sandinista considere la posibilidad de erigirles un monumento a periodistas luchadores como William Ramírez Solórzano, Álvaro Montoya Lara y Manuel Díaz Sotelo, por haber tomado las armas resueltamente para derrocar a la tiranía genocida del somocismo.
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