- A DOÑA DORA JIMÉNEZ
¡Un recuerdo
se posesionó de mi pensamiento,
y estalló entre rosas rojas encendidas!
***
En esta mañana encendida
de rosas rojas luminosas
y de fragancia temprana,
destilan a mañana tibia leonesa.
Y de su perfume, de esencia fina,
abren sus pétalos ansiosos,
y olorosas esparcen su aroma y sortilegio,
en los anchos y lustrosos corredores,
largos y frescos, de estimulante calma,
que depositando sus besos van,
en un revoloteo por sus cuatro costados
de esas casonas de mi león de antaño,
que siempre me traen añoranzas y vivencias,
y que como bálsamo vivificante,
aparece a mi pensamiento,
la imagen nítida de Doña Dora Jiménez Pérez,
como anunciando de lo bueno, algo nuevo.
Y la veo en aquel jardín verde, florecido, animoso,
en aquel cuadrado limpio, cuidado y sonriente,
entre palmeras y rosas encendidas,
visión distinta, única, libre, suelta y bella,
acompañándome en esta mañana de Bendiciones
[y Gracias.
Y en el cielo azul
una nube se detiene un momento.
Ella, nos saluda risueña… –Me parece que ahí va
[el poeta,
¡Sí, es el poeta Icaza, y va envuelto en ternuras
[de oro!
Y entre lo azul y blanco de su navegación
[placentera,
¡A los dos nos dice adiós, Dorita,
Con júbilo y bondadoso deleite!
Y desde aquel instante,
aquellos grandes corredores,
cobijados de tejar rojizo
con sus brochazos de verde-musgo,
se inclinan reverenciando a Doña Dora,
y despidiéndose, aquel largo alero,
con su delantal extendido,
se fue escurriendo en lo que otrora fuera,
un acogedor y afable traspatio soñador.
―Hoy, es 2 de Diciembre, me dice la ronca voz,
de un viejo calendario que yace colgado
en una gruesa pared de Taquezal.
Y, yo pienso… El 2005... ha iniciado su lento y penoso
caminar, pero él no discute, ni alega,
¡Sabe que ha llegado al fin de su camino!.
Vuélveme a ver,
y aquel rostro, ―que no podré olvidarlo jamás―,
complacido me extiende la mano
Y me dice –que me dejará un bonito regalo
Inimaginable,
Inigualable, y apropiado.
Y aquella llamada, del hermano entrañable,
―Marvin Astacio―, me confirma lo dicho:
«¡Mundito, todo salió perfecto!»
Vaticinando lo mismo, lo dicho por Doña Dora Jiménez―,
en esta mañana de sol tibio y alentador,
de este mi León alegre, que juega con soplos de aire [cálido
que penetran a mis pulmones.
y que surcando por mis arterias
nutren mi existencia hermosa,
para reafirmar mi amor por la alegría de vivir.
¡Y de tal pensamiento iluminado!,
la gratitud mi pecho eleva,
y saliendo por la “Ventana de Alfonso”,
surco el firmamento,
y meciéndome en la melena amarilla del sol,
beso la frente bendita de Doña Dora Jiménez
y me voy tras la nube que risueña envuelve,
en vértigo amoroso, a un insigne “Hijo Dilecto”,
que siendo verdadero hijo del sol leonés,
calladito se fue, para pasearse,
−y que algún día, yo, lo veré–,
¡En los bellos Parajes de Dios!
Autor: Pedro Edmundo Icaza Mendoza
8:30 a.m. del 2 de diciembre del 2005.
Local del INSS.
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