Autor: Msc. Pedro Alfonso Morales Ruiz.
Prof. de Literatura.
Edmundo Icaza Munguía, entre la lírica modernista y la libertad de la vanguardia
Pedro Alfonso Morales
La poesía y la
prosa de Edmundo Icaza Munguía se manifiestan a través de la luz, el color, la
forma del soneto y la armonía de la
lírica modernista y cierta libertad métrica de la prosa poética vanguardista,
pero es en la poesía amorosa y romántica donde expresa su lirismo con mayor
intensidad, estableciendo una íntima relación entre humanidad y naturaleza que
persisten en su poesía como dos motivos dominantes.
El poeta Edmundo Icaza Munguía nació en León el 1 de octubre de 1900,
siendo hijo de Francisco Icaza y Mercedes Munguía, quien falleció a los 37 años
de edad, por lo que desde los 15, el futuro vate crece bajo la tutela de sus
abuelos maternos en el barrio El Calvario.
Entre 1913 y
1916 cursó estudios de primaria en el colegio “Beato Salomón”, institución regentada por “Los
Hermanos Cristianos”, ubicado en “Las Cuatro Esquinas” de la ciudad de León.
Luego, ingresó al Instituto Nacional de Occidente (INO), donde cursó hasta el
tercer año de secundaria. Debido a la repentina muerte de su madre, abandona
los estudios y trabaja para sobrevivir.
Primero,
impartió clases a domicilio a niños de primaria. Luego, fue contratado como
jefe de Almacén del Ingenio San Antonio en Chichigalpa. Más tarde, en Managua,
se dedicó al oficio de Talabartero. En 1928, durante la Administración de José
María Moncada, como educador leonés, fue designado al área rural del municipio
de Posoltega, Chinandega.
Durante la
administración del alcalde Manuel Icaza asume la dirección de un grupo de
obreros en labores de pavimentación. Luego, es nombrado secretario personal del
capitán Almanza en la mina “El Limón, Municipio de Larreynaga, Malpaisillo.
Posteriormente, Noel Icaza, su sobrino, le confió la administración de sus
negocios en León. Más tarde, en los años 70, la familia Gurdián, lo designa
director de la “Tenería Gurdián” en esta ciudad.
En relación con
su familia, el poeta Edmundo Icaza Munguía, contrajo nupcias con María Elsa
Mendoza, con quien procreó a Mercedes, fallecida el 13 de marzo de 1941, a
Violeta la que murió infante, y un hijo, Edmundo Icaza Mendoza, destacado
periodista, poeta y luchador incansable de causas nobles. Años después, ante la
pérdida repentina de su primera esposa, se casó con Dora Jiménez Pérez, con
quien procreó siete hijos: Gloria Venus, Ricardo León, Leónidas Duque, Félix
Franco, Mario José, Vida Mercedes y Juan René Icaza Jiménez.
El poeta Icaza
Munguía falleció, igual que Alfonso Cortés, un 3 de febrero, pero del 2002. Por
su labor literaria fue objeto de muchos reconocimientos y homenajes en la
ciudad de León, La Paz Centro, Chinandega y Jinotepe. La biblioteca pública de
El Pellizco, Chichigalpa, fundada el 16 de abril de 1990 y dirigida por el
poeta Francisco Reyes Briceño, lleva el nombre de “Edmundo Icaza Munguía”, como
un homenaje a su trabajo incansable por las letras. Y más aún, en mayo de 1981,
el alcalde, doctor Luis Felipe Pérez Caldera lo nombra Hijo Dilecto de la
Ciudad de León.
A pesar de sus
limitaciones espirituales y materiales, la pérdida de su madre y de su esposa a
temprana edad, el abandono de los estudios formales, la vida adolescente sin el
núcleo familiar, alcanza madurez espiritual y personal y se va gestando en su
interioridad, el germen poético que desarrollará posteriormente durante toda su
vida. Desde su niñez tuvo inclinaciones
literarias que afloraron en sus años de adolescencia. Pero es en 1940, cuando
empiezan a conocerse sus escritos, publicados en “El Cronista” y “La Noticia”,
esta última dirigida por Juan Ramón Avilés, periodista nicaragüense muy
destacado.
En los últimos
años de su vida el poeta Edmundo Icaza Munguía estuvo dedicado por entero a la
literatura y con esfuerzo propio y la de su familia logró publicar muchos de
sus libros. En su producción literaria se cuentan 7 obras entre poesía y prosa:
Montaña de trinos, Perlas y diamantes,
Nicaragua en primavera, Las últimas llamas de un sol, Nueva revolución de
cantos, Bellezas de alturas líricas y Tirándole
auroras al mundo.
Su primer libro
Montaña de trinos, data de los años
cincuenta, y contiene 28 poemas y 14 textos en prosa poética de fina y exquisita
elaboración técnica. En el libro encontramos poemas amorosos, poemas que
celebran a diversas personalidades como los dedicados a Cristóbal Colón y a
José de la Cruz Mena. Para mi gusto espiritual, prefiero los amorosos por la
profundidad de su temática y su lenguaje muy bien elaborado.
En el poema La muerte de un lirio,
el hablante lirico centra su atención, en un problema existencial: la muerte es la libertad del que sufre[1]. Y para expresar
su dolida ternura, el poeta recurre a una variedad de apóstrofes para
interrumpir su discurso: qué ansiaba?,
se pregunta. O para intensificarlo se
aparta y cede la palabra al sujeto del poema donde se juntan perspectiva y
distancia.
Anotemos del
texto cómo el yo lírico se aparta en el discurso y cede la palabra para
intensificar el dolor a través del
sujeto poético: Qué celajes! No me amaba.
Fue cobarde! Es una elegía de tema y estructura modernista llena de
nostalgias, lágrima y dolor que en su final expresa la duda de la existencia a
través de la antítesis: ¡qué inmensa es la vida! Y qué dulce siento
la muerte! Leamos el poema:
La muerte de un lirio
La niña de rostro pálido, qué ansiaba?
Que mirando el cielo decía: qué celaje!
Fue un ingrato, repetía, no me amaba,
ni quiso llevarme en su eterno viaje.
Después grave de nostalgia y desespero
continuaba: no quiso llevarme, fue cobarde.
Me decía, no!, es muy lejos el sendero,
y a menudo lloraba cuando moría la tarde…
Y una noche cruel de dolor infinito,
parecía nostálgico, lirio marchito.
Cuando quedó sublime en su figura inerte
y tras su última lágrima desprendida
murmuró todavía: ¡qué inmensa es la vida!
Y qué dulce siento la muerte!
La muerte de un lirio
La niña de rostro pálido, qué ansiaba?
Que mirando el cielo decía: qué celaje!
Fue un ingrato, repetía, no me amaba,
ni quiso llevarme en su eterno viaje.
Después grave de nostalgia y desespero
continuaba: no quiso llevarme, fue cobarde.
Me decía, no!, es muy lejos el sendero,
y a menudo lloraba cuando moría la tarde…
Y una noche cruel de dolor infinito,
parecía nostálgico, lirio marchito.
Cuando quedó sublime en su figura inerte
y tras su última lágrima desprendida
murmuró todavía: ¡qué inmensa es la vida!
Y qué dulce siento la muerte!
En el poema Bañista presenta una escena erótica de
la ninfa ideal de los amores, relación que se establece en un escenario
bucólico entre mujer y naturaleza: desnudóse
ella festiva del tierno bosquejo. En
el poema prevalecen las adjetivaciones táctiles y audiovisuales para crear una
atmósfera en conciliación, un lugar ameno e ideal donde se conjuga erotismo
humano y armonía de la naturaleza: Y
sumergiéndose entre los ritmos serenos, / copia exacta grabóse en el espejo, /
del racimo níveo de sus dos senos. Para ello, personifica la naturaleza y
animaliza lo humano con lo cual el yo lírico se intensifica en su búsqueda
espiritual: Y deslumbra con los contrastes: Desgrana
cantares la corriente… la enamorada fuente, le cubrió de ósculos con frenesí
ideal… sus senos parecían, / dos gorriones que inclinando su pico bebían / agua
clara de aquella fuente de cristal.
En realidad el poema se sumerge en cierto lirismo romántico y erotismo
ideal como si se tratara de una pieza bucólica o pastoril por el Loecus amoenus[2], es decir, por el
lugar ameno que en sus versos escenificaba Garcilaso de la Vega, a partir de
las bucólicas de Virgilio, el poeta romano, pero que el poeta Edmundo Icaza
Munguía describe así su particular escena personal: tersa fuente, rumorosa, plateada, teñida de luz, sonrisas de aurora,
ritmos serenos, la enamorada fuente le cubrió de ósculos, agua clara de aquella
fuente de cristal. Mejor gocemos esta ternura erótica:
Bañista
A orillas de una tersa fuente
rumorosa, plateada soñadora,
óyese que desgrana cantares la corriente,
teñida de luz y sonrisa de aurora.
Desnudóse ella festiva del tierno bosquejo
y sumergiéndose entre los ritmos serenos,
copia exacta grabóse en el espejo,
del racimo níveo de sus dos senos.
Después su faz se sonrojó sonriente,
cuando sintió que la enamorada fuente,
le cubrió de ósculos con frenesí ideal.
Mas todo sonrió cuando sus senos parecían,
dos gorriones que inclinando su pico bebían
agua clara de aquella fuente de cristal.
Bañista
A orillas de una tersa fuente
rumorosa, plateada soñadora,
óyese que desgrana cantares la corriente,
teñida de luz y sonrisa de aurora.
Desnudóse ella festiva del tierno bosquejo
y sumergiéndose entre los ritmos serenos,
copia exacta grabóse en el espejo,
del racimo níveo de sus dos senos.
Después su faz se sonrojó sonriente,
cuando sintió que la enamorada fuente,
le cubrió de ósculos con frenesí ideal.
Mas todo sonrió cuando sus senos parecían,
dos gorriones que inclinando su pico bebían
agua clara de aquella fuente de cristal.
Pero es en el poema Mujer y flor
donde mejor se conjugan los elementos universales de la mujer y la naturaleza,
al punto que una es la otra y viceversa: ayer
corté una flor… la corté por semejarse a mi amada. Leamos primero el poema
y gocemos de las semejanzas:
Mujer y flor
Ayer corté una flor divinamente preciosa
que entre toda la floración era la más perfumada,
no sé si era magnolia u otra rosa,
pero la corté por semejarse a mi amada.
Atraído de su belleza le estreché con cuidado
y al acariciarle su corola tornóse más arrebolada;
después la besé tanto como jamás había besado,
todo por parecerse a la boca corola de mi amada.
Luego sentí que mi cariño crecía
y estrechando su beldad más y más era mía,
por ser de mi amada el retrato tan parecido!
Segundos después que fueron sus encantos míos,
noté que le hicieron daño todos mis extravíos,
estaba incolora y sangrando, le había herido…
Mujer y flor
Ayer corté una flor divinamente preciosa
que entre toda la floración era la más perfumada,
no sé si era magnolia u otra rosa,
pero la corté por semejarse a mi amada.
Atraído de su belleza le estreché con cuidado
y al acariciarle su corola tornóse más arrebolada;
después la besé tanto como jamás había besado,
todo por parecerse a la boca corola de mi amada.
Luego sentí que mi cariño crecía
y estrechando su beldad más y más era mía,
por ser de mi amada el retrato tan parecido!
Segundos después que fueron sus encantos míos,
noté que le hicieron daño todos mis extravíos,
estaba incolora y sangrando, le había herido…
El poema es un soneto con rima consonante y mucha libertada en la
métrica, pues se pueden contabilizar versos dodecasílabos, alejandrinos y hasta
de dieciséis sílabas métricas. El poema puede dividirse en tres apartados en el
cual se relaciona una acción esencial. El primer apartado abarca los primeros
cuatro versos y se refiere a la acción de corté
una flor. El segundo apartado se extiende del verso 5 al 8 y se relaciona
con dos acciones esenciales: le estreché
con cuidado y la besé tanto.
El tercer apartado comprende los dos tercetos y se refieren a la
reacción del yo lírico que sentí que mi
cariño crecía y noté que le hicieron daño todos mis extravíos. Y todo ello,
por parecerse a la mujer amada a quien se entrega amor y cariño que se
convierte en dolor. En realidad pareciera un acto homicida contra un ser
delicado como la flor. Sin embargo, observemos la transfiguración que se forja
el poeta a través de la flor para decirnos de forma delicada cómo debe tratarse
el amor de una mujer. En síntesis, puede señalarse que para el poeta Icaza Munguía, tanto la
humanidad como la naturaleza merecen el mismo valor y el más grande respeto.
Este poema es interesante porque engloba la visión del poeta sobre su temática
predilecta: la mujer, la naturaleza, la poesía misma que es la palabra con que
hay que acercarse a ambas.
También, en sus textos en prosas, hallamos piezas poéticas admirables y
de reconocimiento como las dedicadas a León
de Nicaragua, a Rubén Darío, a
muchos poetas leoneses y otras personalidades de la época, como el titulado Madre, dedicado a las madres del
universo, y en especial a Salvadorita Debayle de Somoza. Dice en León de Nicaragua: León, siempre que por tus calles transito me inspira todo tu ambiente.
Me inspiro porque tú tienes todo lo confortable para el espíritu, porque tú
tienes toda la seducción de lo sublime, todo lo atrayente de la pura belleza.
Me inspiro en todo y por todo oh León del Istmo: cuando te veo, cuando te leo y
cuando te recuerdo!
La prosa de Edmundo Icaza Munguía, por su gran valor poético es
equiparable a la prosa poética de Manolo Cuadra[3].
Mientras Cuadra “sorprende, entre otros recursos, el empleo de epítetos
antepuestos y pospuestos al sustantivo: El mísero
rancho pajizo, la pequeña patrulla triste, montaraces tumbas
ignoradas” (Arellano: 1997: 103),
Icaza Munguía, emplea la adjetivación antepuesta y pospone un término al
sustantivo: Excelsa floración de estrellas, tibias pomas rellenas de amor,
frescas protuberancias injertas de mármol, alta concepción de belleza,
líquidas caricias de su arrebol, fascínate pirotecnia de
diamantes, metálicos flecos del poniente, esbelta caña de bambú,
etc.
En estos textos el poeta se muestra evocador y reflexivo, y son breves
relatos descriptivos, nostálgicos y poéticos, que aunque están escritos en
prosas poseen un trasfondo intensamente poético y preciosista. Obsérvese el
ejemplo, tomado del texto titulado Amor
infinito en el cual escribe:
Si yo pudiera cantarle a tus ojos, si yo
un día osara hablar con ellos, cuantas cosas diría.
Pero para cantarle a esos dos remansos, palacio de luceros, tendría que inspirarme viendo las más excelsa floración de estrellas o bañar de besos mi mente en la áurea vertiente que derrocha la sonrisa de la aurora!
Pero para cantarle a esos dos remansos, palacio de luceros, tendría que inspirarme viendo las más excelsa floración de estrellas o bañar de besos mi mente en la áurea vertiente que derrocha la sonrisa de la aurora!
Si yo me
atreviera a cantarle a la ínfima boca, si yo empeñara mi pensamiento para
escribir sobre ella, qué inspiración tendría!
Pero para hacer un canto poético sobre
ese clavel ensangrentado, tendría que probar de todas las arboledas, el jugo de
las frutas maduras que picaron las aves del cielo o llegarme a la montaña y que
ésta me brindara la miel virgen de sus panales…!
Si yo pudiera componer una oda para tus
senos virginales, para esas tibias pomas rellenas de amor, qué regio sería!
Pero para hablar de esas dos frescas
protuberancias injertas de mármol y rosa, sólo estando inspirado frente al
paisaje de un pico erguido de la montaña, donde el cielo en la más alta
concepción de belleza, quemara su cúpula de fuegos atardecidos[4]
y acto continuo se desbordara hasta el pie de su cono, regándole líquidas
caricias de su arrebol…
Si yo pudiera hacer un poema de tus
rizos, si yo un día pusiera toda la inquietud de mi espíritu para cantarle a
tan fascinante pirotecnia de diamantes, qué divino sería!
Porque para elogiar tu cabellera de oro y
seda, solo contemplando la hora del tramonto sol, cuando cae dorando las matas
que bordan los estanques o admirando los metálicos flecos del poniente que
prenden de vespertino incendio las crestas de las montañas.
Y si por fin o le cantara a la euritmia
del lirio fiel de tu cuerpo, qué inauditos serían mis cantares.
Pero al querer describir tu talle flexible
pleno de armonías, solo contemplando el ritmo de la esbelta caña de bambú, solo
viendo moverse la figura vaciada de la palmera del trópico o admirando el
hechizo de las curvas del mar hasta su confín, donde la pupila se extasía
viendo patético caer, el alero azul del cielo sobre el tumulto bullanguero de
las aguas…
En el texto
anterior, se destacan tres elementos interesantes, muy relacionados con el
oficio del poeta, su temática ─humanidad y naturaleza─ y su técnica particular.
Nótese que para cantarle a los ojos de la amada, debe primero observar y
transformar la naturaleza y a través de un recurso poético inspirarse como un
lírico lo haría para darse a la amada con extraordinaria ternura de poeta. De
otro modo, imposible.
Esa misma
estructura ─atributos de la amada, elementos de la naturaleza, recurso y
discurso poético─ desarrolla a lo largo del texto, presentando una especie de
paralelos trebolados entre los atributos de la amada, los elementos de la
naturaleza y los recursos y discursos
literarios que debe proyectar para acercarse a la amada con la mejor e
infalible ceremonia conocida: la poesía. Nótese también que en los atributos de
la amada se presentan los elementos metafóricos y a la vez, los metaforizados.
La enumeración de estos detalles nos ayudará a comprender mejor lo dicho:
Atributos de la amada: A tus ojos: a esos dos remansos, palacio de luceros; A tu ínfima boca: clavel ensangrentado; Tus senos
virginales: dos tibias pomas rellenas de
amor; dos frescas protuberancias; Tus rizos: fascinante pirotecnia de diamantes; tu cabellera de oro y seda; La
euritmia del lirio fiel de tu cuerpo: tu
talle flexible pleno de armonías
Elementos de la naturaleza: Excelsa floración de estrellas, La
áurea vertiente. La sonrisa de la
aurora, Probar todas las arboledas, El jugo de las frutas, La miel
virgen de los panales, Paisaje de un pico erguido de la montaña, Donde el
cielo… quemara su cúpula de fuego, La hora del tramonto sol, Las matas que
bordan los estanques, Metálicos flecos del poniente, Esbelta caña de bambú,
Figura vaciada de la palmera, El alero azul del cielo, Tumulto bullanguero de
las aguas.
Recursos y discursos poéticos: Cantarle a tus ojos, Tendría que
inspirarme, Cantarle a tu ínfima boca, Bañar de besos mi mente, Empeñar mi
pensamiento para escribir sobre ella, Canto poético sobre ese clavel, Componer
una oda para tus senos, Para hablar de esas dos protuberancias, Hacer un poema
de tus rizos, Para elogiar tu cabellera, Toda la inquietud de mi espíritu para
cantarle, Qué inauditos serían mis cantares.
En fin, anotemos
la conjunción de elementos humanos y de la naturaleza que se mezclan con los
recursos y los discursos poéticos del autor, que más bien, pretenden una
aproximación de los valores humanos en concreta armonía con la naturaleza y las
claves de la poesía.
En conclusión puede
señalarse que la poesía y la prosa del poeta Edmundo Icaza Munguía, por el
tiempo y la distancia de su producción surgida a principios del siglo XX; por la temática esencial del poeta, combinación de elementos
universales ─humanidad y naturaleza─ propios del romanticismo, el modernismo y
el vanguardismo; por los recursos
literarios empleados en su poética y prosística, los cuales oscilan entre los
apóstrofes, las adjetivaciones, las metáforas re elaboradas libertad del metro
en el uso del soneto con bases rítmicas modernistas, la anteposición de
adjetivos y la posposición de términos al sustantivo; y por el lenguaje
preciosista, con formas elegantes y muy delineadas, y que engloban su visión y
su misión literaria dentro de la literatura nicaragüense, es una manifestación
de alta calidad de la lírica romántica, el lenguaje y la técnica modernista y
sobre todo, una afirmación de los rasgos vanguardistas expresados especialmente
en sus textos poéticos en prosa.
Ojalá que su
obra empiece a ser divulgada y conocida por las nuevas generaciones de
nicaragüenses para seguir asentando las bases de nuestra identidad literaria y
cultural como una forma de reconocernos. Leamos, otros de sus poemas
interesantes:
Panorama nocturno
Por el césped verde de un sendero,
bajo el crespón solitario de una sombra,
una noche de verano tendía su reguero
de plata y azur para una alfombra.
La luna la ventana de las hojas abría
y colándose impoluta de alabastro puro,
en pedazos blancos su sábana rompía,
como zurciéndole parches al sendero oscuro.
Amábanse las aves en tibio vértigo de amores
el aura con su abanico cargado de flores,
corría voluptuoso regando perfumes fascinantes.
Mientras el rocío en sentimental rezo solitario
como obra divina, cambió las perlas de su rosario,
por un bello nocturno rincón de diamantes.
León de Nicaragua,
en 1951.
Tengo sed de vivir
No quiero estar de ti separado
florecita del oasis de mi pensamiento,
supieras que anhelo estar a tu lado,
gozando del rosal narcótico de tu aliento.
No es posible olvidar tu amor,
pues te quiero como quiero mi existencia,
como me seduce ir a una flor
para cortarla y aspirar su esencia.
Pues tu amor llevo tan puro,
que no hay otro, te lo juro,
que de tanta ternura esté hecho.
Y si tengo sed de vivir,
es porque quiero llegar abrir,
la exposición de nardos de tu pecho.
Lamento
Frente a un altar orando compungido,
oí el lamento de un ciego acongojado
pedía: Dios mío yo también estoy herido
con lanza, pero no es en el costado.
Es en mis ojos, vasta fortuna perdida,
Señor: por qué mis párpados no despiertas?
Por qué al darme Tú la vida,
me pusiste la dos pupilas muertas?
Dadme Señor ese infinito anhelo,
de ver iluminado de auroras tu cielo
y alabar tu cosmos y creaciones bellas.
Huir del abismo de la noche sombría
y gozar cuando enciendes el templo del día,
de la luna, del sol las estrellas…
Ven
Ven a mí, ha tiempo te espero
y escucha que mis labios nada fingen,
oídme adorada, yo solo decirte quiero,
mi reina, mi Ángel, mi Virgen.
Ven que aunque te ame con exceso,
será bálsamo en mi apasionada locura
y créeme, sólo te daré un beso,
respetando tu candor y hermosura.
Ven, no te daré penas ni llantos,
pues no quiero violar tus perfiles santos
aunque así me impulse la fiebre loca.
Pero si acaso algo puro te pido,
atended a mi sensible corazón herido,
con el clavel bendito de tu boca.
Panorama nocturno
Por el césped verde de un sendero,
bajo el crespón solitario de una sombra,
una noche de verano tendía su reguero
de plata y azur para una alfombra.
La luna la ventana de las hojas abría
y colándose impoluta de alabastro puro,
en pedazos blancos su sábana rompía,
como zurciéndole parches al sendero oscuro.
Amábanse las aves en tibio vértigo de amores
el aura con su abanico cargado de flores,
corría voluptuoso regando perfumes fascinantes.
Mientras el rocío en sentimental rezo solitario
como obra divina, cambió las perlas de su rosario,
por un bello nocturno rincón de diamantes.
León de Nicaragua,
en 1951.
Tengo sed de vivir
No quiero estar de ti separado
florecita del oasis de mi pensamiento,
supieras que anhelo estar a tu lado,
gozando del rosal narcótico de tu aliento.
No es posible olvidar tu amor,
pues te quiero como quiero mi existencia,
como me seduce ir a una flor
para cortarla y aspirar su esencia.
Pues tu amor llevo tan puro,
que no hay otro, te lo juro,
que de tanta ternura esté hecho.
Y si tengo sed de vivir,
es porque quiero llegar abrir,
la exposición de nardos de tu pecho.
Lamento
Frente a un altar orando compungido,
oí el lamento de un ciego acongojado
pedía: Dios mío yo también estoy herido
con lanza, pero no es en el costado.
Es en mis ojos, vasta fortuna perdida,
Señor: por qué mis párpados no despiertas?
Por qué al darme Tú la vida,
me pusiste la dos pupilas muertas?
Dadme Señor ese infinito anhelo,
de ver iluminado de auroras tu cielo
y alabar tu cosmos y creaciones bellas.
Huir del abismo de la noche sombría
y gozar cuando enciendes el templo del día,
de la luna, del sol las estrellas…
Ven
Ven a mí, ha tiempo te espero
y escucha que mis labios nada fingen,
oídme adorada, yo solo decirte quiero,
mi reina, mi Ángel, mi Virgen.
Ven que aunque te ame con exceso,
será bálsamo en mi apasionada locura
y créeme, sólo te daré un beso,
respetando tu candor y hermosura.
Ven, no te daré penas ni llantos,
pues no quiero violar tus perfiles santos
aunque así me impulse la fiebre loca.
Pero si acaso algo puro te pido,
atended a mi sensible corazón herido,
con el clavel bendito de tu boca.
Pedro
Alfonso Morales, Telica, Nicaragua.
11
de Noviembre de 2010.
[1] Véase
Icaza Munguía, Edmundo, Montaña de trinos,
Editorial “J. C. Q”, León, Nic. sa.
[2] Véase
Morales, Pedro Alfonso, La catarata del
Niágara, (libro de comentarios, inédito), 2010, p69.: “Las bucólicas,
también llamadas églogas, es una de las grandes obras de Virgilio, el poeta
romano. Roma conoció la poesía bucólica (del griego: βουκολική ἀοιδή, canto de pastores), según parece, por la publicación de los Idilios,
poema de Teócrito, el cual tenían un carácter pastoril… La visión de la naturaleza de Garcilaso se ve reflejada en el sosiego
de los campos, en el dulce correr de las aguas, en el dulce paisaje de las
églogas”.
[3] Manolo
Cuadra, poeta y escritor vanguardista, nació en Malacatoya, Granada, el 9 de
agosto de 1907, y falleció en Managua, el 14 de noviembre de 1957. Publicó Contra Sandino en la montaña (1942)
libro de cuentos y Tres amores (1955)
libro de poesía. Según Jorge Eduardo Arellano, Manolo Cuadra, junto a Carlos A.
Bravo, Manuel Antonio Zepeda y Adolfo Calero Orozco son los fundadores del
cuento nicaragüense.
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