EN UNA CASA DE UNA SOLA PARED
¡Quién sabe... la Hora
que era!
***
Apareciste desde la
oscuridad adentro
de un lugar que no era
calle, no era patio,
pero era un sitio, yo te
vi, claro...
cuando yo estaba
asomándome
a una ventana de una casa
"una casa de una
sola pared”,
que ventilaba aire
renovado,
que corría alegre,
regocijado, ─ y me fijé
en tus dos gallardías,
grandes que terminaban en
picos de montañas─
y yo que apuraba susurros
suaves al absorber
palpitaciones de vida de
la que yo mismo vivo.
Te acercaste a la ventana
a la altura de tu cintura,
de la “casa de una sola
pared”,
tu rostro irradiaba
delicadeza, y tus manitas,
de angelical fineza, las
posaste en el marco,
para que yo las tocase.
Y sentí que mi vida se
iba para arriba,
y la ensoñación tocó el
contento
y la lozanía el gozo
y la euforia la
animación,
y juguetona y risueña mi
vida,
jubilosa,
vivaz, te besó.
Y me fijé en esos
vértices y los quise absorber
con la delicadeza de la
piel de labios puros,
tacto fino, delicado,
generadores de sensación
de gloria,
gloria de cielo para el
candor atraer,
en la fineza de mis
emociones enternecidas.
¡Y, yo, que me asomaba...
en una ventana
de una “casa de una sola
pared”!
Edmundo Icaza Mendoza.
3:18 a.m. 9 de abril de 2015
Col. 4 de Mayo. Zaragoza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario