sábado, 30 de abril de 2011

UNA NOCHE Y DOS TESTIMONIO

UNA NOCHE Y DOS TESTIMONIO

A las 8:36 minutos de la noche del sábado 29 de mayo, del presente año, recibí finísima sorpresa y fue la entrega en mis propias manos, de un libro ─múltiplemente ofrecido, por cierto─, que el poeta leonés Enrique Langrand, me dispensaba como un gesto de caballerosidad, y quien con un saludo, que además de cortés, me ofrecía en página abierta, su gentil dedicatoria.

Tornóse para mí esa noche, de un doble testimonio. El primero fue mi aporte y solidaridad con Mara Lorío, madre del joven artista Luis Carlos Montano Lorío golpeado salvajemente por un pandillero. A este joven artista, se le brindó una “Tertulia Solidaria” en el local del Centro Popular de Cultura “Antenor Sandino Hernández” y en la que participé, leyendo mis versos de la «Vertiente de mi pensamiento». Y el segundo, sería el regocijo que sentí al recibir el regalo anteriormente expresado y origen de estas líneas o iniciación de mi comentario.

Me decía mi padre, el poeta Edmundo Icaza Munguía, «Hijo Dilecto de la Ciudad de León», “que había que amar la poesía porque es parte vital de nuestras vidas, que con su música e interioridades, enternece nuestra alma en este mundo de torbellinos y de bajas pasiones.”

Y, el poeta Langrand, me dice en su dedicatoria: “Pienso que la música del poeta debe guiar a los pueblos al encuentro con su destino. La poesía nos da lo que la realidad nos niega.”

Y es que la música, siendo un concierto del alma; y la poesía que es el alma pulsando la lira en un concierto de ideas y sentimientos, y que hoy más que nunca, debemos pulsar, es como dice el poeta Langrand, “guía” para dirigir a tanta alma loca carente de objetivos, de ternura y de amor, en este mundo maltrecho y enfermo, en el que sólo se ambiciona poder y riquezas, codicias y envidias.

La realidad de este mundo choca con la ternura del alma que es música y poesía como manifestación del sentimiento estético, y niega ese punto de llegada, para los que deseamos alcanzar nuestra meta deseada. Pero esa meta que es necesaria, para construir algo mejor, y como nos la niega la realidad, la poesía nos guía ennobleciendo el alma, en busca de nuestro destino y nos la da con creces, en este mundo de infortunios.

Poesía y música: pilar, base, columna, ¡Libertad!


Libertad de pensar y sentir como yo quiero, y no como lo quieren los “otros”. Escribir como yo pienso y expresar libremente lo que siento. Y traigo a colación lo decía Vicente Huidobro: “…cuanto miren los ojos creados sea…” y que “…la primera condición de un poeta es crear…”. ¡Cantor, crea y canta¡ ¡Que vibre tu pluma, como tu lo sientes¡

Al abrir el libro en ese mismo instante, después de leer la dedicatoria, se presentó ante mi vista “Turbulencia” y lo primero que pensé fue en agitación, desorden, perturbación. Y, desde ya, el verso me habla de un mundo enfermo, infestado por la ignorancia, falto de identidad, precipitándose a lo irreflexivo. Y, el poeta reclama: “y a nadie parece importarle” y siente confusión de sus propias dudas; pero, demanda a las conciencias receptivas, un mundo distinto, no del que se encamina al despeñadero, sino el que debemos construir atendiendo a nuestra aptitud y significancia humana, en la búsqueda de los verdaderos valores espirituales.

Y, sigo leyendo, y voy compartiendo mucho sentir e ideas. Pero como le he entrado a las “cebaditas fermentadas”, libando con el poeta José Mercedes Ruiz, en mí se va avivando algo sabroso e intensificando una euforia riquísima, por lo que tengo que dejar la lectura, para continuarla en mi casa. Aunque confieso, que de vez en cuando, abro el libro al azar, y le “echo un ojo” y se intensifica más el avivamiento que abriga mi mente y mis emociones.

Nuestras emociones pueden ser encantadoras, atractivas, atrayentes; otras, penosas y difíciles. Y en el poema siguiente que leo, el poeta se hace una pregunta ¿Fue Dicha? En cada verso se siente que de su interioridad va fluyendo ─y destilado en un filtro profundo─ va sacando lo que quiere verter, volcar, y ajustando su estilo, a las caídas de sus pausas versales, que me es cómodo leerlo y entender su contenido, lo hace afirmando en cada línea, de manera suave pero honda, su lenta pesadumbre.

Él, lo que siente, lo depura lo piensa y lo dice. Le leo cada línea, cada verso y me siento en ánimo receptivo, porque percibo sus vibraciones en cada palabra, y éstas me llaman, me adentro en ellas y voy sintiendo su arrebato, el furor, el dolor, la denuncia y el reclamo.

La sensibilidad, comprensión, y visión del poeta, la vemos expresada, no en la sensiblería, sino en la intensidad de su naturaleza emocional, que al conmoverse, conmueve.

Sus “Emociones Desaprensivas” composición poética, con que titula su libro, une lo intenso con lo penoso, lo interpretativo con lo que sobreviene, lo que conmueve con su posición que adopta, lo que siente y lo que reclama y testimonia en su denuncia “Desde el averno de la insignificancia…” y de los que retuercen sentimientos y se ahogan en “…pasiones lóbregas y sordas…”. Y el poeta levanta su voz y rechaza con energía todo lo que corroe al género humano: la intriga, la envidia, la vileza, el rencor, el desamor, el oportunismo y la hipocresía.

El poeta con entereza va uniendo las vertebras, y formulando su crítica, que con su dedo acusador nadie y nada queda en pie. Y veámoslo cuando pulveriza a la “amargura que saborean los impotentes”, esos que auto se infligen aflicción al saborear la hiel de la incapacidad de concebir amor y lanzan su frustración contra el que se alzó con éxitos en los avatares de la vida.

Y, a pesar de los oleajes, el poeta de sus interioridades. emerge toedo un mundo, “su mundo”; ese, en que “el tiempo y el espacio no coinciden” y que se vive “sin propagandas intestinas” y “sin el egoísmo deleznable”. Yo soy dueño de esa fortaleza que del dolor se levanta, y de ese interior donde: “ahí el espíritu comulga” y “se encuentra con su libertad plena”.

Libertad, de la que yo respiro y por ello hago mías estas letras. Y me aliento para continuar. Y, “hay que continuar”, porque la tristeza ni el fracaso deben estar en nosotros, y si se nubla el pensamiento por el desánimo “busca escarba el alma”, ¡fuera la tristeza! ¡Vive la vitalidad de la vida!, “vale la pena sentirse ¡vivo!”.

No importa si en ese oleaje hay desconsuelo, arrebatos y si uno piensa que la entrega “valía todo el esfuerzo”, lo importante es que, en este mar de contradicciones, es ir aprendiendo el arte de amar ─siempre estamos aprendiendo─ por lo que nosotros, y todo, somos creados por el amor.

Y hay sentimientos, de los que el poeta, expresa. De esas “insufribles horas de espera” entre insomnio, angustia y rabia, en esas horas cuyo acompañante es el silencio, en los que se repasan esos minutos, esos relámpagos de dolor, y en la que se levantan fortalezas no existidas, y en la que se iza la bandera de un “todavía te quiero”.

Sentimientos de los que están poblados nuestros mundos, añoranzas, nostalgias, olvidos, y sueños; sin saber si los recuerdos en la vida fueron un sueño, o si “anduve soñando mi vida”. Pero, si ella pregunta, dile que:” la espera destruyó mis poemas” y “se votaron en la papelera del olvido”. Es en este oleaje de sentimientos, en los que columpio mis pensamientos. Y me traen a mi mente, amor, fantasía, dolor y anhelos.

Pero, hay que continuar, esa es la fortaleza que me dan estas líneas. Que los aplausos

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