martes, 20 de marzo de 2012

MIS RECUERDOS HISTÓRICO de Pablo Emilio Barreto

Managua, 17 de febrero del 2008.

Honorable presidenta de la Unión de Periodistas de Nicaragua,

Licenciada Elsa Gómez

Le envío fraternales saludos hasta su despacho, en Belmonte.

Por este medio, le remito parte de mis recuerdos históricos y consideraciones personales sobre los 30 años de la UPN.

La Unión de Periodistas de Nicaragua (UPN) está cumpliendo 30 años de haber sido fundada en marzo de 1978, en Granada.

Yo me declaro orgulloso de haber participado en la fundación de la UPN, porque la mayoría de sus fundadores (hombres y mujeres) nos batíamos en combate abierto contra la tiranía del somocismo, a pesar de las sentencias de muerte o amenazas de cárcel de la Guardia Nacional genocida y sus otros órganos represivos mortales, como la Oficina de Seguridad y su Servicio Anticomunista, los “Escuadrones de la Muerte” o “Mano Blanca”, los AMROCS o militares retirados, los 12 mil “orejas” que tenía la “Estirpe Sangrienta: los Somoza”, los “jueces de mesta” o matones de cañadas, la Nicolasa Sevilla y su pandilla, los matones Chavarrías y López en León, o los que mataron al doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.

Algunos de los fundadores corrimos tanto peligro mortal que al estallar la Insurrección Final en los primeros días de junio de 1979, que los “Escuadrones de la Muerte” o “Mano Blanca”, nos buscaban para asesinarnos, según lo denunció Radio Sandino en la clandestinidad, y descaradamente lo decían los servidores del somocismo genocida al estallar la Insurrección Sandinista u Ofensiva Final por medio de la Radiodifusora Nacional de Nicaragua, la cual fungía como la radioemisora oficial del Estado tiránico somocista.

Los feroces asesinos ya habían matado al doctor Chamorro Cardenal en enero de 1978.

La fundación de la Unión de Periodistas de Nicaragua era la forma organizativa superior que hicimos los periodistas para enfrentarnos de mejor manera a la tiranía somocista y sus órganos de poder represivo y mortal, mientras Somoza Debayle y su pandilla de asesinos consideraron que los estábamos desafiando, pues ante la organización de la UPN acrecentaron su propaganda infame de que, prácticamente, todos éramos “sandino-comunistas” para el régimen genocida, sostenido por la Guardia Nacional o ejército interventor dejado por los marinos yanquis después del asesinato del General Sandino en 1934.

Al fundar la Unión de Periodistas de Nicaragua estábamos dando un salto cualitativo en relación a lo que podía hacer frente a la dictadura el ya célebre Sindicato de Radioperiodistas de Managua, al cual pertenecí y fui su directivo varias veces, debido a que su influencia organizativa se limitaba a Managua. Me tocó el honor y privilegio de ser uno de los fundadores de la UPN, de darle cobertura periodística a este acontecimiento trascendental para los periodistas, me tocó escribir la noticia-reportaje y tomar las fotos que se publicaron en la portada o primera página del Diario LA PRENSA, del cual era yo uno de sus reporteros cotidianos desde el 5 de mayo de 1970.

El Sindicato estaba siendo perseguido sistemáticamente por el Coronel GN Alberto Luna Solórzano, jefe de Radio y Televisión y del llamado “Código Negro”, quien mandaba a cerrar noticieros radiales y televisivos y de paso formaba parte de la corte marcial o militar de censura contra el entonces antisomocista Diario LA PRENSA.

Recuerdo cuando funcionábamos en un cubículo, como en una cueva o catacumba, en el edificio destruido de la Cruz Roja Nicaragüense, donde hoy funciona un taller de mecánica frente al Ministerio del Trabajo.

Conocíamos, ya en 1975, que agentes de la Oficina de Seguridad nos espiaban y seguían nuestros pasos. Acudíamos allí directivos y miembros del Sindicato, casi en la clandestinidad, entre otros: Alejandro Romero Monterrey, Mercedes Solís de Hernández, Francisco Hernández Segura, Freddy Rostrán Aráuz, Elsa Gómez, Abel Calero Reyes, María Elena Artola, Maritza Cordero Ardila, César Cortez Téllez y este servidor, entre otros.

En ese y otros sitios semiclandestinos, intercambiábamos informaciones sobre la lucha callejera de los pobladores y de trabajadores organizados y del accionar del Frente Sandinista en ciudades y montañas del país en contra de la tiranía somocista y como parte de los planes para el derrocamiento definitivo de la dictadura genocida del somocismo.

Participábamos en las manifestaciones de estudiantes universitarios y de secundarias, en las protestas de maestros, campesinos y obreros; también en las huelgas de los trabajadores hospitalarios y de la construcción, por ejemplo.

Me siento honrado, por ejemplo, de haber compartido el suelo polvoso o el piso duro y frío de los huelguistas hospitalarios en 1977 y 1978 en el Instituto de Promoción Humana, en la Cruz Roja y en Don Bosco, en compañía del periodista Abel Calero Reyes. Abel y yo nos quedábamos porque ambos considerábamos que seguramente la guardia genocida llegaría a garrotear a las enfermeras, auxiliares de enfermería y a los médicos a media noche o en la madrugada. Efectivamente, la guardia llegaba en la madrugada, como cuando el mismísimo Anastasio Somoza Debayle llegó borracho al Hospital Vélez Páiz buscando a los dirigentes sindicales del Movimiento Hospitalarios, entre otros: William Canales Argeñal, René Yescas Sánchez, Denis Obando Sabogales y Eveling Umaña Olivas.

Estuvimos juntos también cuando el diputado somocista Orlando Montenegro Medrano, ministro del Distrito Nacional, le echó la guardia a sus trabajadores que se habían refugiado en la Iglesia de Santa Ana, en las cercanías de Acahualinca.

Así era el ambiente de tenso y mortal que imponía la dictadura somocista cuando fundamos la Unión de Periodistas de Nicaragua, en marzo de 1978, en Granada, donde nos juntamos más de un centenares de periodistas (hombres y mujeres), para formar una organización de profesionales luchadores sociales, que con libretas, lápices y lapiceros, grabadoras y filmadoras, máquinas de escribir mecánicas, con la valentía de patriotas recorriendo calles, caminos y montañas, nos sumamos al conjunto de nicaragüenses que dijeron en esos momentos ¡basta ya de crímenes del somocismo genocida!

Esta organización ejemplar y heroica del periodismo nicaragüense, de los que siempre tuvimos alma de patriotas, nació para indicarle al mundo que aquí en Nicaragua estaba todo un pueblo en lucha, acompañado por sus periodistas progresistas y sandinistas, pues algunos como yo, sigo en las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Llegó agosto y también el Asalto al Palacio Nacional por parte del Comando Rigoberto López Pérez, organizado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional. La tiranía acrecentó la represión salvaje, implantó la censura de prensa nuevamente, impuso el Estado de Sitio y hasta “toque de queda”, es decir, matanzas a mansalva por donde quiera, y a los periodistas nos obligó a irnos a las llamadas Catacumbas, para informar a la población de lo que estaba pasando en esos momentos en que la tiranía masacraba al país entero.

Numerosas ciudades se insurreccionaron en septiembre de 1978, mientras la Guardia Nacional, sostén esencial de la tiranía somocista, masacró a Managua, Masaya, Estelí, León, Chinandega, etc., donde asimismo los periodistas como Bernardo Hernández y Roberto González Rocha también fueron reprimidos.

Recuerdo que ya para entonces Álvaro Montoya Lara me dijo: “Con libretas y lapiceros, grabadoras y máquinas de escribir, ya no hacemos mucho para derrumbar a la tiranía… es preciso que tomemos las armas en la mano, para perforarle el corazón al enemigo somocista y demolerlo para siempre”, y, precisamente, Álvaro Montoya Lara tomó la decisión de integrarse al Frente Sur Benjamín Zeledón del Frente Sandinista, en rumbo Sur, donde cayó combatiendo heroicamente por la liberación de Nicaragua, y para llenarnos de orgullo a sus hermanos afiliados de la Unión de Periodistas de Nicaragua.

Efectivamente, la dictadura somocista nos llevó a todos a una encrucijada, pues ya desde comienzos del año 1979, la Guardia genocida, la Oficina de Seguridad, los “Escuadrones de la Muerte” o “Mano Blanca”, los 12 mil “orejas” de la OSN y del Servicio Anticomunista de Somoza, los AMROCS, los “jueces de mesta” o matones de cañada, agigantaron la matanza de seres humanos por todos lados, y para entonces ya ocultaban a los capturados y desaparecidos, pues las patrullas de los BECATS tiraban sus cadáveres junto al Teatro Rubén Darío, en las cercanías de la “Escuela de Arte” del Ferrocarril, en la orilla del Malecón de Managua, en las Lomas de San Judas, en las Colinas de Mokorón o en la “Cuesta del Plomo”, hoy Cuesta de los Mártires.

Los periodistas (hombres y mujeres) considerados enemigos por la tiranía somocista, sabíamos que corríamos peligro de muerte. Cuando ya era mayo, unos optamos por buscar sitios un poco “seguros” donde familiares, o amigos, también refugio en Embajadas; y otros, decidimos integrarnos más plenamente al combate abierto contra la tiranía somocista, es decir a la Insurrección Final de Junio de 1979.

Por esta decisión, yo personalmente aparezco (mientras ya era directivo de la Unión de Periodistas de Nicaragua) plenamente enrolado en la Insurrección de los Barrios Orientales de Managua, mientras ya había estado recogiendo información de la Insurrección de los Barrios Occidentales (San Judas, Altagracia, Las Brisas, Monseñor Lezcano y el OPEN TRES, hoy Ciudad Sandino).

Al integrarme a la Insurrección Final me entero de que el periodista William Ramírez Solórzano, uno de mis antiguos compañeros de labores en el Diario LA PRENSA, es uno de los jefes del Frente Interno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Mediante fuentes confiables me informo asimismo que uno de los jefes del Frente Norte Carlos Fonseca Amador es Bayardo Arce Castaño, también antiguo compañero mío de labores en el Diario LA RPENSA.

Ya para entonces, como se sabe, había escrito mi primer libro titulado: “45 años de dictadura somocista”. Creyendo más seguro al Diario LA PRENSA, guardé parte del libro en una de sus bodegas, pero la guardia lo llegó a sacar y lo echaron a las aguas del Lago de Managua o Xolotlán. La otra parte, fue repartida en las trincheras de combate por parte de combatientes populares y guerrilleros del FSLN en Managua. Algunos vecinos enterraron ese libro en los patios de sus casas, para que la guardia genocida no se los encontrara, porque era común que por libros de denuncia, o de contenido sandinista y marxista-leninista, también te mandaran a matar o encarcelar los somocistas genocidas.

Me fui en el Repliegue Táctico de Managua a Masaya con cámaras fotográficas en ristre, libretas y lapiceros, una filmadora y armado. Éramos unos 6,000 replegados, que sorteando a la muerte llegamos a Masaya al tercer día. La guardia somocista nos masacró a parte del Repliegue en “Piedra Quemada”, pero yo diría que más del 90 por ciento sobrevivimos en esta hazaña militar dirigida por Carlos Núñez Téllez, el periodista William Ramírez Solórzano y Joaquín Cuadra Lacayo.

Lamentablemente, la guardia genocida capturó a Walter Mendoza Martínez, periodista joven, guerrillero, en La Barranca, donde lo asesinaron.

Después de liberar Masaya, Jinotepe, Diriamba, Masatepe, Nandaime y Granada, por parte del FSLN guerrillero, un periodista, afiliado a la Unión de Periodistas de Nicaragua, Roberto González Rocha, se convirtió en el primer Alcalde de la Revolución Sandinista, en este caso en Masaya, donde le fue tomada la promesa correspondiente por William Ramírez Solórzano. En Masaya se fusiló a Alberto “Macho Negro” Gutiérrez, quien nos perseguía a los periodistas en Managua.

Logré sobrevivir a 100,000 tiros, rocketazos y bombazos de todo tipo, y volví con los replegados de Masaya a Managua, es decir, nos fuimos con un plan de liberación y volvimos después de liberar a todos los pueblos mencionados. Allí estaba presente la Unión de Periodistas de Nicaragua en las personas de William Ramírez Solórzano, Roberto González Rocha y este servidor.

Puesto en Managua, el 20 de julio de 1979, ya demolido el somocismo genocida, William Ramírez Solórzano me propuso integrarme al Ejército Popular Sandinista. “No tengo vocación militar”, le respondí.

Pocos días después, el 26 de julio de 1979, un grupo de hombres y mujeres periodistas, afiliados a la Unión de Periodistas de Nicaragua, en compañía de miembros de la Dirección Nacional del Frente Sandinista, fundamos el Diario BARRICADA, Órgano Oficial del FSLN. Laboré, con gusto y esmero de filigrana, en el Diario BARRICADA desde su fundación hasta el día de su cierre dramático el 21 de febrero de 1998. En BARRICADA fui secretario general del Sindicato, miembro de la Unidad de Base FSLN y representante siempre de la Unión de Periodistas de Nicaragua. Mientras andaba en las Milicias Populares Sandinistas y en Batallones de Reserva (en la década del 80), en misiones en zonas de guerra para combatir a mercenarios de los yanqui-somocistas, siempre orgulloso manifesté que desde su fundación soy miembro de la Unión de Periodistas de Nicaragua.

Después de la fundación de BARRICADA, como se sabe, en representación de la Unión de Periodistas de Nicaragua, Manuel Eugarrios y yo fuimos de los primeros diputados en el Consejo de Estado, o sea el inicio de la Asamblea Nacional, lo que comenzó funcionando donde es hoy el Auditorio de la Alcaldía de Managua. Allí compartimos escaños, por ejemplo, con Edgardo García, Natán Sevilla Gómez, Lucío Jiménez Guzmán, Gladys Báez, etc.

A mí me tocó el privilegio de representar también a la Unión de Periodistas en la Coordinadora Sindical de Nicaragua, en la cual estaban agrupadas varias organizaciones sindicales, encabezadas por la Central Sandinista de Trabajadores y la Asociación de Trabajadores del Campo.

Entre 1986 y 1987, un grupo numeroso de periodistas sandinistas, afiliados a la UPN, acudimos a un curso de capacitación política, de seis meses, en la Escuela Nacional de Cuadros del FSLN, donde me declararon vanguardia de vanguardias, debido a la buena disciplina observada y por sacarle el máximo provecho académico a la jornada de aprendizaje. Recuerdo que la UPN fue felicitada y de paso nos premiaron a Alberto Jarquín y a mí con un viaje largo a países socialistas europeos: Unión Soviética, Bulgaria, Checoslovaquia, etc.

Por ser periodista, propuesto por la UPN, fui el primero en recibir la Orden Juan Ramón Avilés, en la Alcaldía de Managua. Ostento asimismo las Órdenes “Servidor de la Comunidad” del Movimiento Comunal Nicaragüense y “José Benito Escobar Pérez”, de la Central Sandinista de Trabajadores. El Concejo Municipal Capitalino me galardonó con la distinción especial de Hijo Dilecto de Managua.

Soy autor de algunos libros, entre otros: “45 años de dictadura somocista”, Insurrección Sandinista Victoriosa y Repliegue Táctico de Managua a Masaya, San Francisco Resucita del Desierto, Bromistas de Somoto, Pedagogía del Amor, Masacres Somocistas, Mercados de Managua; Ticuantepe, Suelo siempre Codiciado; Tipitapa, Suelo cubierto de Historia Nacional; Malpaisillo, Pueblo Joven, arrasado por algodoneros; Ciudad Sandino, 30 años; Américas, a 30 años de la Inverosímil; Basura Explosiva y Mortal; Huracán Mitch: Explotó el Casitas, Naturaleza Implacable; y listos para publicarse: Fetsalud Heroica, Mateare Misterioso, Parrales Vallejos, “Pancho Ñato”, Criminales sin Castigo y Cronología de Infamias Yanquis.

Me siento orgulloso, insisto, de haber participado en la fundación de la Unión de Periodistas de Nicaragua en momentos difíciles y de trascendencia histórica especial en el país, pues cuando lo hicimos, en Granada, estábamos en una encrucijada de muerte porque la tiranía somocista recetaba: cárcel, represión sistemática, torturas infames, desapariciones forzadas, asesinatos selectivos y en masa, y las pruebas de esto eran irrefutables, pues recientemente, en enero, habían mandado a matar al doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, quien fue mi jefe y compañero de labores en el Diario LA PRENSA, aquel periódico antisomocista beligerante que yo conocí y para el cual laboré del 5 de mayo de 1970 al 19 de julio de 1979.

La mayoría de fundadores (hombres y mujeres) sobrevivimos al holocausto impuesto por el somocismo genocida y los yanquis opresores, y aquí estamos orgullosos de haber fundado la UPN y con deseos de seguir luchando al lado del pueblo nicaragüense, y de esa manera honrar los sueños libertarios de Manuel Díaz Sotelo, de Álvaro Montoya Lara y de William Ramírez Solórzano

Pablo E. Barreto Pérez: periodista, editor, fotógrafo, Cronista de la Capital, Orden Independencia Cultural Rubén Darío, Hijo Dilecto de Managua, Orden Servidor de la Comunidad del Movimiento Comunal Nicaragüense, Orden José Benito Escobar Pérez de la Central Sandinista de Trabajadores (CST nacional) y Orden Juan Ramón Avilés de la Alcaldía de Managua.

Colonia del Periodista No. 97. Teléfonos: 88466187, 88418126 y 22703077.

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