viernes, 16 de noviembre de 2012

ENSAYO DE PEDRO ALFONSO MORALES - OBRA POETA EDMUNDO ICAZA MUNGUÍA


Autor: Msc. Pedro Alfonso Morales Ruiz.
Prof. de Literatura.

Edmundo Icaza Munguía, entre la lírica modernista y la libertad de la vanguardia


Pedro Alfonso Morales

       La poesía y la prosa de Edmundo Icaza Munguía se manifiestan a través de la luz, el color, la forma  del soneto y la armonía de la lírica modernista y cierta libertad métrica de la prosa poética vanguardista, pero es en la poesía amorosa y romántica donde expresa su lirismo con mayor intensidad, estableciendo una íntima relación entre humanidad y naturaleza que persisten en su poesía como dos motivos dominantes.
       El poeta Edmundo Icaza Munguía nació en León el 1 de octubre de 1900, siendo hijo de Francisco Icaza y Mercedes Munguía, quien falleció a los 37 años de edad, por lo que desde los 15, el futuro vate crece bajo la tutela de sus abuelos maternos en el barrio El Calvario.
       Entre 1913 y 1916 cursó estudios de primaria en el colegio “Beato Salomón”, institución regentada por “Los Hermanos Cristianos”, ubicado en “Las Cuatro Esquinas” de la ciudad de León. Luego, ingresó al Instituto Nacional de Occidente (INO), donde cursó hasta el tercer año de secundaria. Debido a la repentina muerte de su madre, abandona los estudios y trabaja para sobrevivir.
      Primero, impartió clases a domicilio a niños de primaria. Luego, fue contratado como jefe de Almacén del Ingenio San Antonio en Chichigalpa. Más tarde, en Managua, se dedicó al oficio de Talabartero. En 1928, durante la Administración de José María Moncada, como educador leonés, fue designado al área rural del municipio de Posoltega, Chinandega.
       Durante la administración del alcalde Manuel Icaza asume la dirección de un grupo de obreros en labores de pavimentación. Luego, es nombrado secretario personal del capitán Almanza en la mina “El Limón, Municipio de Larreynaga, Malpaisillo. Posteriormente, Noel Icaza, su sobrino, le confió la administración de sus negocios en León. Más tarde, en los años 70, la familia Gurdián, lo designa director de la “Tenería Gurdián” en esta ciudad.
       En relación con su familia, el poeta Edmundo Icaza Munguía, contrajo nupcias con María Elsa Mendoza, con quien procreó a Mercedes, fallecida el 13 de marzo de 1941, a Violeta la que murió infante, y un hijo, Edmundo Icaza Mendoza, destacado periodista, poeta y luchador incansable de causas nobles. Años después, ante la pérdida repentina de su primera esposa, se casó con Dora Jiménez Pérez, con quien procreó siete hijos: Gloria Venus, Ricardo León, Leónidas Duque, Félix Franco, Mario José, Vida Mercedes y Juan René Icaza Jiménez.
       El poeta Icaza Munguía falleció, igual que Alfonso Cortés, un 3 de febrero, pero del 2002. Por su labor literaria fue objeto de muchos reconocimientos y homenajes en la ciudad de León, La Paz Centro, Chinandega y Jinotepe. La biblioteca pública de El Pellizco, Chichigalpa, fundada el 16 de abril de 1990 y dirigida por el poeta Francisco Reyes Briceño, lleva el nombre de “Edmundo Icaza Munguía”, como un homenaje a su trabajo incansable por las letras. Y más aún, en mayo de 1981, el alcalde, doctor Luis Felipe Pérez Caldera lo nombra Hijo Dilecto de la Ciudad de León.
       A pesar de sus limitaciones espirituales y materiales, la pérdida de su madre y de su esposa a temprana edad, el abandono de los estudios formales, la vida adolescente sin el núcleo familiar, alcanza madurez espiritual y personal y se va gestando en su interioridad, el germen poético que desarrollará posteriormente durante toda su vida.  Desde su niñez tuvo inclinaciones literarias que afloraron en sus años de adolescencia. Pero es en 1940, cuando empiezan a conocerse sus escritos, publicados en “El Cronista” y “La Noticia”, esta última dirigida por Juan Ramón Avilés, periodista nicaragüense muy destacado.
       En los últimos años de su vida el poeta Edmundo Icaza Munguía estuvo dedicado por entero a la literatura y con esfuerzo propio y la de su familia logró publicar muchos de sus libros. En su producción literaria se cuentan 7 obras entre poesía y prosa: Montaña de trinos, Perlas y diamantes, Nicaragua en primavera, Las últimas llamas de un sol, Nueva revolución de cantos, Bellezas de alturas líricas y Tirándole auroras al mundo.
       Su primer libro Montaña de trinos, data de los años cincuenta, y contiene 28 poemas y 14 textos en prosa poética de fina y exquisita elaboración técnica. En el libro encontramos poemas amorosos, poemas que celebran a diversas personalidades como los dedicados a Cristóbal Colón y a José de la Cruz Mena. Para mi gusto espiritual, prefiero los amorosos por la profundidad de su temática y su lenguaje muy bien elaborado.
       En el poema La muerte de un lirio, el hablante lirico centra su atención, en un problema existencial: la muerte es la libertad del que sufre[1]. Y para expresar su dolida ternura, el poeta recurre a una variedad de apóstrofes para interrumpir su discurso: qué ansiaba?, se pregunta.  O para intensificarlo se aparta y cede la palabra al sujeto del poema donde se juntan perspectiva y distancia.
       Anotemos del texto cómo el yo lírico se aparta en el discurso y cede la palabra para intensificar el dolor a través del sujeto poético: Qué celajes! No me amaba. Fue cobarde! Es una elegía de tema y estructura modernista llena de nostalgias, lágrima y dolor que en su final expresa la duda de la existencia a través de la antítesis: ¡qué inmensa es la vida! Y qué dulce siento la muerte! Leamos el poema:

La muerte de un lirio

La niña de rostro pálido, qué ansiaba?
Que mirando el cielo decía: qué celaje!
Fue un ingrato, repetía, no me amaba,
ni quiso llevarme en su eterno viaje.

Después grave de nostalgia y desespero
continuaba: no quiso llevarme, fue cobarde.
Me decía, no!, es muy lejos el sendero,
y a menudo lloraba cuando moría la tarde…

Y una noche cruel de dolor infinito,
parecía nostálgico, lirio marchito.
Cuando quedó sublime en su figura inerte

y tras su última lágrima desprendida
murmuró todavía: ¡qué inmensa es la vida!
Y qué dulce siento la muerte!

      En el poema Bañista presenta una escena erótica de la ninfa ideal de los amores, relación que se establece en un escenario bucólico entre mujer y naturaleza: desnudóse ella festiva del tierno bosquejo.  En el poema prevalecen las adjetivaciones táctiles y audiovisuales para crear una atmósfera en conciliación, un lugar ameno e ideal donde se conjuga erotismo humano y armonía de la naturaleza: Y sumergiéndose entre los ritmos serenos, / copia exacta grabóse en el espejo, / del racimo níveo de sus dos senos. Para ello, personifica la naturaleza y animaliza lo humano con lo cual el yo lírico se intensifica en su búsqueda espiritual: Y deslumbra con los contrastes: Desgrana cantares la corriente… la enamorada fuente, le cubrió de ósculos con frenesí ideal… sus senos parecían, / dos gorriones que inclinando su pico bebían / agua clara de aquella fuente de cristal.
       En realidad el poema se sumerge en cierto lirismo romántico y erotismo ideal como si se tratara de una pieza bucólica o pastoril por el Loecus amoenus[2], es decir, por el lugar ameno que en sus versos escenificaba Garcilaso de la Vega, a partir de las bucólicas de Virgilio, el poeta romano, pero que el poeta Edmundo Icaza Munguía describe así su particular escena personal: tersa fuente, rumorosa, plateada, teñida de luz, sonrisas de aurora, ritmos serenos, la enamorada fuente le cubrió de ósculos, agua clara de aquella fuente de cristal. Mejor gocemos esta ternura erótica:

Bañista

A orillas de una tersa fuente
rumorosa, plateada  soñadora,
óyese que desgrana cantares la corriente,
teñida de luz y sonrisa de aurora.

Desnudóse ella festiva del tierno bosquejo
y sumergiéndose entre los ritmos serenos,
copia exacta grabóse en el espejo,
del racimo níveo de sus dos senos.

Después su faz se sonrojó sonriente,
cuando sintió que la enamorada fuente,
le cubrió de ósculos con frenesí ideal.

Mas todo sonrió cuando sus senos parecían,
dos gorriones que inclinando su pico bebían
agua clara de aquella fuente de cristal.


       Pero es en el poema Mujer y flor donde mejor se conjugan los elementos universales de la mujer y la naturaleza, al punto que una es la otra y viceversa: ayer corté una flor… la corté por semejarse a mi amada. Leamos primero el poema y gocemos de las semejanzas:

Mujer y flor

Ayer corté una flor divinamente preciosa
que entre toda la floración era la más perfumada,
no sé si era magnolia u otra rosa,
pero la corté por semejarse a mi amada.

Atraído de su belleza le estreché con cuidado
y al acariciarle su corola tornóse más arrebolada;
después la besé tanto como jamás había besado,
todo por parecerse a la boca corola de mi amada.

Luego sentí que mi cariño crecía
y estrechando su beldad más y más era mía,
por ser de mi amada el retrato tan parecido!

Segundos después que fueron sus encantos míos,
noté que le hicieron daño todos mis extravíos,
estaba incolora y sangrando, le había herido…

       El poema es un soneto con rima consonante y mucha libertada en la métrica, pues se pueden contabilizar versos dodecasílabos, alejandrinos y hasta de dieciséis sílabas métricas. El poema puede dividirse en tres apartados en el cual se relaciona una acción esencial. El primer apartado abarca los primeros cuatro versos y se refiere a la acción de corté una flor. El segundo apartado se extiende del verso 5 al 8 y se relaciona con dos acciones esenciales: le estreché con cuidado y la besé tanto.
       El tercer apartado comprende los dos tercetos y se refieren a la reacción del yo lírico que sentí que mi cariño crecía y noté que le hicieron daño todos mis extravíos. Y todo ello, por parecerse a la mujer amada a quien se entrega amor y cariño que se convierte en dolor. En realidad pareciera un acto homicida contra un ser delicado como la flor. Sin embargo, observemos la transfiguración que se forja el poeta a través de la flor para decirnos de forma delicada cómo debe tratarse el amor de una mujer. En síntesis, puede señalarse que para el poeta Icaza Munguía, tanto la humanidad como la naturaleza merecen el mismo valor y el más grande respeto. Este poema es interesante porque engloba la visión del poeta sobre su temática predilecta: la mujer, la naturaleza, la poesía misma que es la palabra con que hay que acercarse a ambas.
       También, en sus textos en prosas, hallamos piezas poéticas admirables y de reconocimiento como las dedicadas a León de Nicaragua, a Rubén Darío, a muchos poetas leoneses y otras personalidades de la época, como el titulado Madre, dedicado a las madres del universo, y en especial a Salvadorita Debayle de Somoza. Dice en León de Nicaragua: León, siempre que por tus calles transito me inspira todo tu ambiente. Me inspiro porque tú tienes todo lo confortable para el espíritu, porque tú tienes toda la seducción de lo sublime, todo lo atrayente de la pura belleza. Me inspiro en todo y por todo oh León del Istmo: cuando te veo, cuando te leo y cuando te recuerdo!
        La prosa de Edmundo Icaza Munguía, por su gran valor poético es equiparable a la prosa poética de Manolo Cuadra[3]. Mientras Cuadra “sorprende, entre otros recursos, el empleo de epítetos antepuestos y pospuestos al sustantivo: El mísero rancho pajizo, la pequeña patrulla triste, montaraces tumbas ignoradas” (Arellano: 1997: 103), Icaza Munguía, emplea la adjetivación antepuesta y pospone un término al sustantivo: Excelsa floración de estrellas, tibias pomas rellenas de amor, frescas protuberancias injertas de mármol, alta concepción de belleza, líquidas caricias de su arrebol, fascínate pirotecnia de diamantes, metálicos flecos del poniente, esbelta caña de bambú, etc.
     En estos textos el poeta se muestra evocador y reflexivo, y son breves relatos descriptivos, nostálgicos y poéticos, que aunque están escritos en prosas poseen un trasfondo intensamente poético y preciosista. Obsérvese el ejemplo, tomado del texto titulado Amor infinito en el cual escribe:
                         
    Si yo pudiera cantarle a tus ojos, si yo un día osara hablar con ellos,                                     cuantas cosas diría.  
                           
         Pero para cantarle a esos dos remansos, palacio de luceros, tendría que inspirarme viendo las más excelsa floración de estrellas o bañar de besos mi mente en la áurea vertiente que derrocha la sonrisa de la aurora!


        Si yo me atreviera a cantarle a la ínfima boca, si yo empeñara mi pensamiento para escribir sobre ella, qué inspiración tendría!

      Pero para hacer un canto poético sobre ese clavel ensangrentado, tendría que probar de todas las arboledas, el jugo de las frutas maduras que picaron las aves del cielo o llegarme a la montaña y que ésta me brindara la miel virgen de sus panales…!

       Si yo pudiera componer una oda para tus senos virginales, para esas tibias pomas rellenas de amor, qué regio sería!

       Pero para hablar de esas dos frescas protuberancias injertas de mármol y rosa, sólo estando inspirado frente al paisaje de un pico erguido de la montaña, donde el cielo en la más alta concepción de belleza, quemara su cúpula de fuegos atardecidos[4] y acto continuo se desbordara hasta el pie de su cono, regándole líquidas caricias de su arrebol…

       Si yo pudiera hacer un poema de tus rizos, si yo un día pusiera toda la inquietud de mi espíritu para cantarle a tan fascinante pirotecnia de diamantes, qué divino sería!

     Porque para elogiar tu cabellera de oro y seda, solo contemplando la hora del tramonto sol, cuando cae dorando las matas que bordan los estanques o admirando los metálicos flecos del poniente que prenden de vespertino incendio las crestas de las montañas.

        Y si por fin o le cantara a la euritmia del lirio fiel de tu cuerpo, qué inauditos serían mis cantares.  

       Pero al querer describir tu talle flexible pleno de armonías, solo contemplando el ritmo de la esbelta caña de bambú, solo viendo moverse la figura vaciada de la palmera del trópico o admirando el hechizo de las curvas del mar hasta su confín, donde la pupila se extasía viendo patético caer, el alero azul del cielo sobre el tumulto bullanguero de las aguas…

      En el texto anterior, se destacan tres elementos interesantes, muy relacionados con el oficio del poeta, su temática ─humanidad y naturaleza─ y su técnica particular. Nótese que para cantarle a los ojos de la amada, debe primero observar y transformar la naturaleza y a través de un recurso poético inspirarse como un lírico lo haría para darse a la amada con extraordinaria ternura de poeta. De otro modo, imposible.
       Esa misma estructura ─atributos de la amada, elementos de la naturaleza, recurso y discurso poético─ desarrolla a lo largo del texto, presentando una especie de paralelos trebolados entre los atributos de la amada, los elementos de la naturaleza y los recursos  y discursos literarios que debe proyectar para acercarse a la amada con la mejor e infalible ceremonia conocida: la poesía. Nótese también que en los atributos de la amada se presentan los elementos metafóricos y a la vez, los metaforizados. La enumeración de estos detalles nos ayudará a comprender mejor lo dicho:

Atributos de la amada: A tus ojos: a esos dos remansos, palacio de luceros; A tu ínfima boca: clavel ensangrentado; Tus senos virginales: dos tibias pomas rellenas de amor; dos frescas protuberancias; Tus rizos: fascinante pirotecnia de diamantes; tu cabellera de oro y seda; La euritmia del lirio fiel de tu cuerpo: tu talle flexible pleno de armonías

Elementos de la naturaleza: Excelsa floración de estrellas, La áurea vertiente. La sonrisa de la  aurora, Probar todas las arboledas, El jugo de las frutas, La miel virgen de los panales, Paisaje de un pico erguido de la montaña, Donde el cielo… quemara su cúpula de fuego, La hora del tramonto sol, Las matas que bordan los estanques, Metálicos flecos del poniente, Esbelta caña de bambú, Figura vaciada de la palmera, El alero azul del cielo, Tumulto bullanguero de las aguas.

Recursos y discursos poéticos: Cantarle a tus ojos, Tendría que inspirarme, Cantarle a tu ínfima boca, Bañar de besos mi mente, Empeñar mi pensamiento para escribir sobre ella, Canto poético sobre ese clavel, Componer una oda para tus senos, Para hablar de esas dos protuberancias, Hacer un poema de tus rizos, Para elogiar tu cabellera, Toda la inquietud de mi espíritu para cantarle, Qué inauditos serían mis cantares.

      En fin, anotemos la conjunción de elementos humanos y de la naturaleza que se mezclan con los recursos y los discursos poéticos del autor, que más bien, pretenden una aproximación de los valores humanos en concreta armonía con la naturaleza y las claves de la poesía.
       En conclusión puede señalarse que la poesía y la prosa del poeta Edmundo Icaza Munguía, por el tiempo y la distancia de su producción surgida a principios del siglo XX; por la temática esencial del poeta, combinación de elementos universales ─humanidad y naturaleza─ propios del romanticismo, el modernismo y el vanguardismo;  por los recursos literarios empleados en su poética y prosística, los cuales oscilan entre los apóstrofes, las adjetivaciones, las metáforas re elaboradas  libertad del metro en el uso del soneto con bases rítmicas modernistas, la anteposición de adjetivos y la posposición de términos al sustantivo; y por el lenguaje preciosista, con formas elegantes y muy delineadas, y que engloban su visión y su misión literaria dentro de la literatura nicaragüense, es una manifestación de alta calidad de la lírica romántica, el lenguaje y la técnica modernista y sobre todo, una afirmación de los rasgos vanguardistas expresados especialmente en sus textos poéticos en prosa.
       Ojalá que su obra empiece a ser divulgada y conocida por las nuevas generaciones de nicaragüenses para seguir asentando las bases de nuestra identidad literaria y cultural como una forma de reconocernos. Leamos, otros de sus poemas interesantes:

Panorama nocturno

Por el césped verde de un sendero,
bajo el crespón solitario de una sombra,
una noche de verano tendía su reguero
de plata y azur para una alfombra.

La luna la ventana de las hojas abría
y colándose impoluta de alabastro puro,
en pedazos blancos su sábana rompía,
como zurciéndole parches al sendero oscuro.

Amábanse las aves en tibio vértigo de amores
el aura con su abanico cargado de flores,
corría voluptuoso regando perfumes fascinantes.

Mientras el rocío en sentimental rezo solitario
como obra divina, cambió las perlas de su rosario,
por un bello nocturno rincón de diamantes.

León de Nicaragua,
en 1951.

Tengo sed de vivir

No quiero estar de ti separado
florecita del oasis de mi pensamiento,
supieras que anhelo estar a tu lado,
gozando del rosal narcótico de tu aliento.

No es posible olvidar tu amor,
pues te quiero como quiero mi existencia,
como me seduce ir a una flor
para cortarla y aspirar su esencia.

Pues tu amor llevo tan puro,
que no hay otro, te lo juro,
que de tanta ternura esté hecho.

Y si tengo sed de vivir,
es porque quiero llegar abrir,
la exposición de nardos de tu pecho.

Lamento

Frente a un altar orando compungido,
oí el lamento de un ciego acongojado
pedía: Dios mío yo también estoy herido
con lanza, pero no es en el costado.

Es en mis ojos, vasta fortuna perdida,
Señor: por qué mis párpados no despiertas?
Por qué al darme Tú la vida,
me pusiste la dos pupilas muertas?

Dadme Señor ese infinito anhelo,
de ver iluminado de auroras tu cielo
y alabar tu cosmos y creaciones bellas.

Huir del abismo de la noche sombría
y gozar cuando enciendes el templo del día,
de la luna, del sol  las estrellas…

Ven

Ven a mí, ha tiempo te espero
y escucha que mis labios nada fingen,
oídme adorada, yo solo decirte quiero,
mi reina, mi Ángel, mi Virgen.

Ven que aunque te ame con exceso,
será bálsamo en mi apasionada locura
y créeme, sólo te daré un beso,
respetando tu candor y hermosura.

Ven, no te daré penas ni llantos,
pues no quiero violar tus perfiles santos
aunque así me impulse la fiebre loca.

Pero si acaso algo puro te pido,
atended a mi sensible corazón herido,
con el clavel bendito de tu boca.


Pedro Alfonso Morales, Telica, Nicaragua.
11 de Noviembre de 2010.






[1] Véase Icaza Munguía, Edmundo, Montaña de trinos, Editorial “J. C. Q”, León, Nic. sa.
[2] Véase Morales, Pedro Alfonso, La catarata del Niágara, (libro de comentarios, inédito), 2010, p69.: “Las bucólicas, también llamadas églogas, es una de las grandes obras de Virgilio, el poeta romano. Roma conoció la poesía bucólica (del griego: βουκολική οιδή, canto de pastores), según parece, por la publicación de los Idilios, poema de Teócrito, el cual tenían un carácter pastoril… La visión de la naturaleza de Garcilaso se ve reflejada en el sosiego de los campos, en el dulce correr de las aguas, en el dulce paisaje de las églogas”.

[3] Manolo Cuadra, poeta y escritor vanguardista, nació en Malacatoya, Granada, el 9 de agosto de 1907, y falleció en Managua, el 14 de noviembre de 1957. Publicó Contra Sandino en la montaña (1942) libro de cuentos y Tres amores (1955) libro de poesía. Según Jorge Eduardo Arellano, Manolo Cuadra, junto a Carlos A. Bravo, Manuel Antonio Zepeda y Adolfo Calero Orozco son los fundadores del cuento nicaragüense.
[4] En el texto original aparece escrito como tardecinos.

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